/ lunes 26 de junio de 2017

Acertijos

El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad. Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense. Camelot.

Los jinetes de la muerte

Cabalgaron en un sábado negro, por todo Veracruz. Fue un día maldito, para todos los que aquí vivimos, y aún para los que no viven, que sorprendidos supieron que fueron 20 personas las ejecutadas ese día, dolorosamente unos niños en Coatza, y una madre con su hija en Orizaba.

Esos jinetes de la muerte, llegaron desalmadamente a aniquilar con cobardía a un alto mando federal, una gente buena, un policía de carrera que muchos veracruzanos conocían y apreciaban y reconocían su trabajo, por esta zona de las altas montañas, Juan Camilo Castagné Velasco, quien junto a otros dos en Cardel fueron baleados y asesinados. Era un alto mando, jefe de la Policía Federal en Veracruz y, seguramente, traerá muchas consecuencias funestas. Todos se solidarizaron con las familias afectadas, el presidente Peña lo condenó, al igual que Osorio Chong, y los dos senadores veracruzanos, Yunes, ambos. Andrés Manuel condenó, pero al gobernador. El mismo gobernador llegó a la zona de Cardel, y en una toma oscura, improvisada, sin luz ni flashes, les llamó ‘bestias, cobardes, viles’, y cerró: “Veracruz no será rehén de estos animales”. Las esquelas en los periódicos en la zona Orizaba-Córdoba, dan cuenta del aprecio a Juan Camilo Castagñé Velasco, y envían sendos pésames a su viuda, Celina Polo Celis. Estas muertes dolorosas, de los funcionarios y de los civiles, de los niños, de unas madres y padres, ensombran nuestro panorama y enlutecen esos hogares. Fue un infierno, como tituló Crónica Tierra Blanca. Y esas campanas doblan ahora a duelo, por los caídos, por los niños que comenzaban a vivir, por las madres, por las hijas, por los veracruzanos, por todos nosotros, cuando doblan esas campanas, doblan a muerte. No preguntes por quién doblan; doblan por ti, por mí, por todos nosotros. Que descansen en paz.

LOS GRANDES IDOLOS

Hace nada comenté de los apuros en la niñez de los deportistas. Más de los futbolistas. Un deporte que uno cree que cuando son figuras nunca han padecido nada.

Han padecido todo, pobreza y alejamiento de la familia.

Quizá como lo dijera Armando Maradona: “Yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de agua, de luz y de teléfono”.

Andrés Iniesta, Botín de Oro de este año, contó al diario El País el sufrimiento cuando de chico, a los 12 o 13 años (voy de memoria a los datos), sus padres lo llevaron a La Masía del Barcelona, esa casa-escuela donde los dejan como prospectos del futbol y el club se hace cargo de su manutención. Iniesta cuenta que sus padres, cuando lo dejaron, lloró, de chico les necesitaba, de chico les extrañaba, y cuando cada quince días le veían en los días permitidos, sufría al verles alejarse.

Lionel Messi es un caso único. A los 13 años necesitaba medicina hormonal para crecer. Era cara y sus padres eran pobres. Fueron al equipo argentino River Plate y ofrecieron su fichaje a cuenta de los medicamentos. No tenían dinero para ello, dijeron.

En Barcelona lo aceptaron. Fue la contratación más grande que ha tenido ese club. Le alimentaron, le dieron medicamento y escuela y le formaron a lo que es, el más grande del mundo. El mejor, el que con su humildad rebasa a todos. Cuando los padres hablaron con la gente del club catalán, firmaron en una servilleta, esa servilleta-convenio está en las vitrinas del club engalanando el fichaje.

Recordé ello porque Andrés Guardado, la estrella mexicana, en entrevista a ese medio, el reportero preguntó:

¿De qué extracción social procede?

“Media baja. Mi niñez estuvo muy bien, pero bajó en la juventud porque mi padre, contable del mercado de abastos, se quedó sin empleo y mi madre no trabajaba. De un colegio privado religioso y bilingüe, La Salle, pasé a uno público, La 4 Mixta, del Gobierno. Mi vida cambió por completo. Era una educación muy diferente que me permitió relacionarme con gente de todo tipo: había niños de la calle becados, sin padres, y convivíamos; había vándalos que te ofrecían drogas. Aprendí a vivir la vida, lo que no te enseñan en la escuela. Después seguí la Preparatoria [Bachillerato] pagándomela de mi sueldo en el fútbol hasta debutar en Primera a los 18 años. Había empezado en el Atlas Chapalita a los siete. De él pasé a las Fuerzas Básicas [la cantera] y seguí todo el proceso”.

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El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad. Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense. Camelot.

Los jinetes de la muerte

Cabalgaron en un sábado negro, por todo Veracruz. Fue un día maldito, para todos los que aquí vivimos, y aún para los que no viven, que sorprendidos supieron que fueron 20 personas las ejecutadas ese día, dolorosamente unos niños en Coatza, y una madre con su hija en Orizaba.

Esos jinetes de la muerte, llegaron desalmadamente a aniquilar con cobardía a un alto mando federal, una gente buena, un policía de carrera que muchos veracruzanos conocían y apreciaban y reconocían su trabajo, por esta zona de las altas montañas, Juan Camilo Castagné Velasco, quien junto a otros dos en Cardel fueron baleados y asesinados. Era un alto mando, jefe de la Policía Federal en Veracruz y, seguramente, traerá muchas consecuencias funestas. Todos se solidarizaron con las familias afectadas, el presidente Peña lo condenó, al igual que Osorio Chong, y los dos senadores veracruzanos, Yunes, ambos. Andrés Manuel condenó, pero al gobernador. El mismo gobernador llegó a la zona de Cardel, y en una toma oscura, improvisada, sin luz ni flashes, les llamó ‘bestias, cobardes, viles’, y cerró: “Veracruz no será rehén de estos animales”. Las esquelas en los periódicos en la zona Orizaba-Córdoba, dan cuenta del aprecio a Juan Camilo Castagñé Velasco, y envían sendos pésames a su viuda, Celina Polo Celis. Estas muertes dolorosas, de los funcionarios y de los civiles, de los niños, de unas madres y padres, ensombran nuestro panorama y enlutecen esos hogares. Fue un infierno, como tituló Crónica Tierra Blanca. Y esas campanas doblan ahora a duelo, por los caídos, por los niños que comenzaban a vivir, por las madres, por las hijas, por los veracruzanos, por todos nosotros, cuando doblan esas campanas, doblan a muerte. No preguntes por quién doblan; doblan por ti, por mí, por todos nosotros. Que descansen en paz.

LOS GRANDES IDOLOS

Hace nada comenté de los apuros en la niñez de los deportistas. Más de los futbolistas. Un deporte que uno cree que cuando son figuras nunca han padecido nada.

Han padecido todo, pobreza y alejamiento de la familia.

Quizá como lo dijera Armando Maradona: “Yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de agua, de luz y de teléfono”.

Andrés Iniesta, Botín de Oro de este año, contó al diario El País el sufrimiento cuando de chico, a los 12 o 13 años (voy de memoria a los datos), sus padres lo llevaron a La Masía del Barcelona, esa casa-escuela donde los dejan como prospectos del futbol y el club se hace cargo de su manutención. Iniesta cuenta que sus padres, cuando lo dejaron, lloró, de chico les necesitaba, de chico les extrañaba, y cuando cada quince días le veían en los días permitidos, sufría al verles alejarse.

Lionel Messi es un caso único. A los 13 años necesitaba medicina hormonal para crecer. Era cara y sus padres eran pobres. Fueron al equipo argentino River Plate y ofrecieron su fichaje a cuenta de los medicamentos. No tenían dinero para ello, dijeron.

En Barcelona lo aceptaron. Fue la contratación más grande que ha tenido ese club. Le alimentaron, le dieron medicamento y escuela y le formaron a lo que es, el más grande del mundo. El mejor, el que con su humildad rebasa a todos. Cuando los padres hablaron con la gente del club catalán, firmaron en una servilleta, esa servilleta-convenio está en las vitrinas del club engalanando el fichaje.

Recordé ello porque Andrés Guardado, la estrella mexicana, en entrevista a ese medio, el reportero preguntó:

¿De qué extracción social procede?

“Media baja. Mi niñez estuvo muy bien, pero bajó en la juventud porque mi padre, contable del mercado de abastos, se quedó sin empleo y mi madre no trabajaba. De un colegio privado religioso y bilingüe, La Salle, pasé a uno público, La 4 Mixta, del Gobierno. Mi vida cambió por completo. Era una educación muy diferente que me permitió relacionarme con gente de todo tipo: había niños de la calle becados, sin padres, y convivíamos; había vándalos que te ofrecían drogas. Aprendí a vivir la vida, lo que no te enseñan en la escuela. Después seguí la Preparatoria [Bachillerato] pagándomela de mi sueldo en el fútbol hasta debutar en Primera a los 18 años. Había empezado en el Atlas Chapalita a los siete. De él pasé a las Fuerzas Básicas [la cantera] y seguí todo el proceso”.

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