/ lunes 13 de junio de 2022

El cambio en la dirigencia del PRI

Reducido a su mínima expresión, el PRI veracruzano naufraga en un mar de mediocridad político-electoral. En las recientes elecciones extraordinarias en los municipios de Amatitlán, Chiconamel, Jesús Carranza y Tlacotepec de Mejía, este partido fue literalmente aplastado por sus adversarios. Para los priistas, el caso más lamentable fue el de Amatitlán, donde la candidata del tricolor, Aída Zárate Carlo, sólo obtuvo un voto. Ni siquiera sufragaron por el PRI los candidatos, propietarios y suplentes, a la sindicatura y a las regidurías. En el proceso extraordinario por los candidatos priistas votaron sólo mil 49 ciudadanos, lo que ubica al partido con 4.8 por ciento del total de los sufragios emitidos. Ello ubicó al Revolucionario Institucional en el octavo lugar entre todas las fuerzas políticas. El PRI fue superado por el PT, Morena, PRD, MC, Podemos, Unidad Ciudadana y hasta por el Cardenista.

Ese es el nivel de la dirigencia estatal del partido, que no ha sido capaz de desempeñar un papel medianamente decoroso. Recordemos que en el proceso local electoral de 2020-2021, en alianza con PAN y PRD, los priistas obtuvieron menos de 350 mil votos en la contienda por las diputaciones locales; y 122 mil sufragios en las municipales. Nada para un partido que hasta hace una década era considerado la primera fuerza política de Veracruz. Hoy el PRI es gobierno en solitario en 22 ayuntamientos; y en otros 21 ganó en alianza con el PAN y PRD.

Sin embargo, casi todos sus municipios son pequeños y poco importantes en términos demográficos, con las excepciones de Altotonga, Cosoleacaque y Orizaba, donde los candidatos del tricolor lograron la victoria no gracias, sino a pesar de la dirigencia estatal. El dirigente estatal, Marlon Ramírez, está más ocupado en difundir reuniones producto de “coincidencias afortunadas” con el Secretario de Gobierno, que en hacer algo, aunque sea poco, por mejorar la imagen de su partido. Esa reunión con Eric Cisneros, por cierto, fue mal vista al interior del PRI, a pesar de que podría considerarse normal que los dirigentes de todas las fuerzas políticas entablen diálogo con los representantes del gobierno estatal, particularmente con Cisneros Burgos. El problema para Marlon Ramírez es una imagen que no se ha podido quitar sobre acuerdos por debajo de la mesa, como el que le atribuían con el grupo Yunes de Boca del Río; y como el que hoy le atribuyen con el titular de la Segob.

Debido a esa realidad de crisis de resultados, descrédito y mala imagen, al interior del partido no se descarta una salida adelantada de Alejandro Moreno del Comité Ejecutivo Nacional; y de Ramírez Marín del comité estatal priista, cuyo periodo termina en marzo de 2023, dentro de nueve meses, lo que dura un embarazo.

Reducido a su mínima expresión, el PRI veracruzano naufraga en un mar de mediocridad político-electoral. En las recientes elecciones extraordinarias en los municipios de Amatitlán, Chiconamel, Jesús Carranza y Tlacotepec de Mejía, este partido fue literalmente aplastado por sus adversarios. Para los priistas, el caso más lamentable fue el de Amatitlán, donde la candidata del tricolor, Aída Zárate Carlo, sólo obtuvo un voto. Ni siquiera sufragaron por el PRI los candidatos, propietarios y suplentes, a la sindicatura y a las regidurías. En el proceso extraordinario por los candidatos priistas votaron sólo mil 49 ciudadanos, lo que ubica al partido con 4.8 por ciento del total de los sufragios emitidos. Ello ubicó al Revolucionario Institucional en el octavo lugar entre todas las fuerzas políticas. El PRI fue superado por el PT, Morena, PRD, MC, Podemos, Unidad Ciudadana y hasta por el Cardenista.

Ese es el nivel de la dirigencia estatal del partido, que no ha sido capaz de desempeñar un papel medianamente decoroso. Recordemos que en el proceso local electoral de 2020-2021, en alianza con PAN y PRD, los priistas obtuvieron menos de 350 mil votos en la contienda por las diputaciones locales; y 122 mil sufragios en las municipales. Nada para un partido que hasta hace una década era considerado la primera fuerza política de Veracruz. Hoy el PRI es gobierno en solitario en 22 ayuntamientos; y en otros 21 ganó en alianza con el PAN y PRD.

Sin embargo, casi todos sus municipios son pequeños y poco importantes en términos demográficos, con las excepciones de Altotonga, Cosoleacaque y Orizaba, donde los candidatos del tricolor lograron la victoria no gracias, sino a pesar de la dirigencia estatal. El dirigente estatal, Marlon Ramírez, está más ocupado en difundir reuniones producto de “coincidencias afortunadas” con el Secretario de Gobierno, que en hacer algo, aunque sea poco, por mejorar la imagen de su partido. Esa reunión con Eric Cisneros, por cierto, fue mal vista al interior del PRI, a pesar de que podría considerarse normal que los dirigentes de todas las fuerzas políticas entablen diálogo con los representantes del gobierno estatal, particularmente con Cisneros Burgos. El problema para Marlon Ramírez es una imagen que no se ha podido quitar sobre acuerdos por debajo de la mesa, como el que le atribuían con el grupo Yunes de Boca del Río; y como el que hoy le atribuyen con el titular de la Segob.

Debido a esa realidad de crisis de resultados, descrédito y mala imagen, al interior del partido no se descarta una salida adelantada de Alejandro Moreno del Comité Ejecutivo Nacional; y de Ramírez Marín del comité estatal priista, cuyo periodo termina en marzo de 2023, dentro de nueve meses, lo que dura un embarazo.