/ jueves 14 de octubre de 2021

El pato a la Pekín

“¿Qué pasó con esta acción de Emilio?”, preguntó el Presidente al Fiscal General después de ver las fotos de Lozoya que la periodista Lourdes Mendoza había publicado en sus redes sociales.

AMLO cenaba sus habituales alimentos cuando se enteró del “pato a la Pekín” que el exdirector de Pemex degustaba en el Hunan. Personajes que presenciaron este momento cuentan que AMLO (incrédulo a más no poder por las imágenes de Lozoya), elevó la voz queriendo creer que se trataba de un montaje, de una treta de sus adversarios para “tirar por los suelos” uno de sus casos más mediáticos. “No, señor, ya checamos con el restaurante y es real”, dijo alguien en la oficina, mientras colgaba su teléfono celular.

“No está haciendo algo ilegal, señor, no se le pidieron esas restricciones”, afirmó alguien más. “Entonces se trata de una provocación, un abuso a mi persona y a la del Fiscal”, dijo AMLO mientras el color regresaba poco a poco a su rostro, producto del coraje que recién había experimentado.

Y es que momentos antes de enterarse que Lozoya degustaba pato en el Hunan, AMLO había sido enterado de la siguiente ofensiva contra Ricardo Anaya (al menos para mover el tema en los medios de comunicación), y eventualmente, hacia Luis Videgaray, como único ex peñista “de peso” con autorización para “tocar”. La ocurrido en el restaurante chino restaba, sin duda, peso a cualquier ataque planeado.

Poco después de su llamada con el fiscal Gertz, un personaje le hizo saber al Presidente que Enrique Peña Nieto tenía un mensaje para él. “Les advertí que Emilio era así, que en cualquier momento podría mostrar alguna imprudencia con peligro de ser captada por medios de comunicación, aunque no fuera ilegal”.

Tomó tiempo a López Obrador para reponerse después de lo ocurrido con Lozoya. “Se sintió burlado, al grado que necesitó algunos momentos de recuperación que le permitieran actuar en consecuencia”, me dicen fuentes enclavadas en Palacio Nacional, encargadas de vigilar el bienestar del Presidente.

Si bien es cierto la comida en ese restaurante chino no es barata, lo cierto es que al ex director de Pemex le salió bastante más cara con el Presidente. De hecho, me cuentan que a manera de broma ácida, ahí, en Palacio Nacional, sin que AMLO escuche (pues el tema duele), dicen que “nadie más podrá hacerse pato con el tema Lozoya”. ¿Será?

Veremos qué ocurre.

“¿Qué pasó con esta acción de Emilio?”, preguntó el Presidente al Fiscal General después de ver las fotos de Lozoya que la periodista Lourdes Mendoza había publicado en sus redes sociales.

AMLO cenaba sus habituales alimentos cuando se enteró del “pato a la Pekín” que el exdirector de Pemex degustaba en el Hunan. Personajes que presenciaron este momento cuentan que AMLO (incrédulo a más no poder por las imágenes de Lozoya), elevó la voz queriendo creer que se trataba de un montaje, de una treta de sus adversarios para “tirar por los suelos” uno de sus casos más mediáticos. “No, señor, ya checamos con el restaurante y es real”, dijo alguien en la oficina, mientras colgaba su teléfono celular.

“No está haciendo algo ilegal, señor, no se le pidieron esas restricciones”, afirmó alguien más. “Entonces se trata de una provocación, un abuso a mi persona y a la del Fiscal”, dijo AMLO mientras el color regresaba poco a poco a su rostro, producto del coraje que recién había experimentado.

Y es que momentos antes de enterarse que Lozoya degustaba pato en el Hunan, AMLO había sido enterado de la siguiente ofensiva contra Ricardo Anaya (al menos para mover el tema en los medios de comunicación), y eventualmente, hacia Luis Videgaray, como único ex peñista “de peso” con autorización para “tocar”. La ocurrido en el restaurante chino restaba, sin duda, peso a cualquier ataque planeado.

Poco después de su llamada con el fiscal Gertz, un personaje le hizo saber al Presidente que Enrique Peña Nieto tenía un mensaje para él. “Les advertí que Emilio era así, que en cualquier momento podría mostrar alguna imprudencia con peligro de ser captada por medios de comunicación, aunque no fuera ilegal”.

Tomó tiempo a López Obrador para reponerse después de lo ocurrido con Lozoya. “Se sintió burlado, al grado que necesitó algunos momentos de recuperación que le permitieran actuar en consecuencia”, me dicen fuentes enclavadas en Palacio Nacional, encargadas de vigilar el bienestar del Presidente.

Si bien es cierto la comida en ese restaurante chino no es barata, lo cierto es que al ex director de Pemex le salió bastante más cara con el Presidente. De hecho, me cuentan que a manera de broma ácida, ahí, en Palacio Nacional, sin que AMLO escuche (pues el tema duele), dicen que “nadie más podrá hacerse pato con el tema Lozoya”. ¿Será?

Veremos qué ocurre.