/ viernes 3 de septiembre de 2021

En política, la confianza se gana

Si bien los titulares del Poder Ejecutivo federal, de las entidades federativas y de los municipios tienen la facultad exclusiva de nombrar y remover de sus puestos, libremente y sin tener que justificarlo, a cualquiera de sus colaboradores de confianza, lo cierto es que difícilmente el presidente de la República, un gobernador o un alcalde pueden contar por el tiempo que dura su encargo con colaboradores eficientes, que merezcan la confianza y acompañen con lealtad a su jefe, desde el inicio hasta el término de su mandato.

Es por ello que a nadie le causó extrañeza la salida de la senadora Olga Sánchez Cordero, de la más importante dependencia del gobierno federal, que es la Secretaría de Gobernación, tan importante que la Constitución prevé que una falta temporal del presidente de la República puede ser suplida por quien tenga la titularidad de la Segob. Basta recordar que cuando AMLO fue afectado por el Covid-19 se dijo que sería la senadora Sánchez Cordero quien lo representaría en las conferencias mañaneras.

Lo que sí sorprendió, por inesperado, fue el personaje sustituto que relevó a la hoy presidenta del senado, el gobernador con licencia de Tabasco, Adán Augusto López Hernández, “amigo, hermano y aliado incondicional” del jefe del Ejecutivo federal, cuya inclusión en el gabinete obligó al Presidente a regresar a Sánchez Cordero al Senado, en lo que se conoció como “operación cicatriz”.

Durante el tercer informe constitucional que rindió el presidente de la República, la jiribilla de propios y extraños fue la definición sobre la abrupta salida del consejero jurídico, cuya filtración a medios nacionales y extranjeros se dio 24 horas antes, sin posibilidades de ser confirmada o desmentida, ocasionando con ello las especulaciones que corrieron por todo el país en favor y en contra del renunciado.

Analistas políticos, periodistas y políticos opinaron que la renuncia de Julio Scherer Ibarra era equivalente a la amputación del brazo derecho del Ejecutivo; otros dijeron que esa medida equivaldría a desaparecer la mano izquierda, con la que se acostumbra dar el “capotazo” en la política mexicana; finalmente llegó a decirse que al salir el consejero jurídico, se estaba decapitando a la parte pensante del Palacio Nacional.

Más pronto que tarde se conocerá la verdadera razón del rompimiento ocurrido con la salida de Scherer y el motivo de los elogios acompañados de cortesías inmerecidas que le tributó el Presidente.

Si bien los titulares del Poder Ejecutivo federal, de las entidades federativas y de los municipios tienen la facultad exclusiva de nombrar y remover de sus puestos, libremente y sin tener que justificarlo, a cualquiera de sus colaboradores de confianza, lo cierto es que difícilmente el presidente de la República, un gobernador o un alcalde pueden contar por el tiempo que dura su encargo con colaboradores eficientes, que merezcan la confianza y acompañen con lealtad a su jefe, desde el inicio hasta el término de su mandato.

Es por ello que a nadie le causó extrañeza la salida de la senadora Olga Sánchez Cordero, de la más importante dependencia del gobierno federal, que es la Secretaría de Gobernación, tan importante que la Constitución prevé que una falta temporal del presidente de la República puede ser suplida por quien tenga la titularidad de la Segob. Basta recordar que cuando AMLO fue afectado por el Covid-19 se dijo que sería la senadora Sánchez Cordero quien lo representaría en las conferencias mañaneras.

Lo que sí sorprendió, por inesperado, fue el personaje sustituto que relevó a la hoy presidenta del senado, el gobernador con licencia de Tabasco, Adán Augusto López Hernández, “amigo, hermano y aliado incondicional” del jefe del Ejecutivo federal, cuya inclusión en el gabinete obligó al Presidente a regresar a Sánchez Cordero al Senado, en lo que se conoció como “operación cicatriz”.

Durante el tercer informe constitucional que rindió el presidente de la República, la jiribilla de propios y extraños fue la definición sobre la abrupta salida del consejero jurídico, cuya filtración a medios nacionales y extranjeros se dio 24 horas antes, sin posibilidades de ser confirmada o desmentida, ocasionando con ello las especulaciones que corrieron por todo el país en favor y en contra del renunciado.

Analistas políticos, periodistas y políticos opinaron que la renuncia de Julio Scherer Ibarra era equivalente a la amputación del brazo derecho del Ejecutivo; otros dijeron que esa medida equivaldría a desaparecer la mano izquierda, con la que se acostumbra dar el “capotazo” en la política mexicana; finalmente llegó a decirse que al salir el consejero jurídico, se estaba decapitando a la parte pensante del Palacio Nacional.

Más pronto que tarde se conocerá la verdadera razón del rompimiento ocurrido con la salida de Scherer y el motivo de los elogios acompañados de cortesías inmerecidas que le tributó el Presidente.