/ jueves 1 de octubre de 2020

La lucha de las mujeres

En el diario acontecer las mujeres en México son un crisol de ser, pensar y actuar. No todas las que defienden son las que son visibles, ni todas las que vemos son las que están luchando por sus derechos.

Provenimos, sin distinción de género, de un vientre materno y nos cobijan ambos conceptos: el maternal y el paternal, pero las identidades simbólicas también hacen referencia a una multiplicidad de características de ellas. Emmeline Pankhurst y varias autoras y activistas, en su mayoría de Estados Unidos e Inglaterra, comenzaron el movimiento feminista con un activismo de corte social y político, buscando dentro de su contexto la vindicación en igualdad de derechos frente al Estado.

A finales del siglo XVIII se estipula tal cuerpo doctrinario. Si bien la lucha por la palabra igualdad es un absurdo hipotético, en la realidad cotidiana se trabaja por una equidad en tales aspectos. Hay muchos tipos de feminismo: el anarquista, el radical, abolicionista, separatista, de diferencia en el lenguaje, transfeminismo, ecofeminismo, entre otros.

Es cierto que el atropello a los derechos de la mujer puede ser infame, ante todo cuando otro ismo crea la mayor resistencia a sus planteamientos; es decir, el machismo como contraposición a la lucha femenil. Hablar de la mujer es echar un vistazo al modelo charro del macho mexicano, que en otros tiempos se imponía como figura predominante de la familia. Las mujeres emancipadas, creo, deberían ser tan parecidas a las matriarcas, pues es el matriarcado la oposición al patriarcado tan conocido, sin embargo, una matriarca manda, dirige, provee, apoya, sostiene, estatuye sus propias reglas para la familia, pero lo hace en función de su poder económico y de carácter, no sólo se sulfura ante una injusticia, sino que va más allá al imponer un ritmo al más puro estilo de mamá gallina. ¿Y el gallo? Bien puede ser sustituido por otro u otros, a lo cual la controversia aflora, ya que en algunos casos un hombre que cohabite con diversas mujeres se le considera muy macho, claro falta que las mantenga, pero una mujer que cohabite con varios hombres es señalada como mesalina, y en esta cruel rotulación se demerita la calidad femenina de cualquier mujer que no se declare sexoservidora, sino que, por el contrario, quiera aparecer como una santa ante la sociedad entera. Hay claroscuros, bemoles, diferencias, tonalidades, casos diferenciados, pero que forman parte de un todo multirracial, cultural, socioeconómico, intelectual, en el mejor de los casos de las dirigentes femeniles.

Su lucha se debe apoyar ante la intolerancia, el atropello, el desdén, el abandono y la falta de oportunidades de desarrollo. Viene a mi mente una feminista clásica que era María Félix, quien hizo de su vida y su carrera artística un expediente de feminismo no consecuente ante los maltratos. En lo personal su carácter era férreo, sagaz, con humor y sarcasmo; era una señora, una señorona la doña, en la más amplia extensión del término.

Que si el aborto sí o no, eso es cuestión personal, de todas formas se llevan a cabo, pero las huellas que pueda dejar serán plena responsabilidad legal de la que asuma tal riesgo. Toda intervención quirúrgica para cesar una vida humana es de alto a muy alto riesgo. En mi opinión, se embaraza la que así lo permite, habiendo tantos métodos de contracepción en la actualidad. Sólo la violación sería una causal de consentimiento auspiciado y legal.

En el diario acontecer las mujeres en México son un crisol de ser, pensar y actuar. No todas las que defienden son las que son visibles, ni todas las que vemos son las que están luchando por sus derechos.

Provenimos, sin distinción de género, de un vientre materno y nos cobijan ambos conceptos: el maternal y el paternal, pero las identidades simbólicas también hacen referencia a una multiplicidad de características de ellas. Emmeline Pankhurst y varias autoras y activistas, en su mayoría de Estados Unidos e Inglaterra, comenzaron el movimiento feminista con un activismo de corte social y político, buscando dentro de su contexto la vindicación en igualdad de derechos frente al Estado.

A finales del siglo XVIII se estipula tal cuerpo doctrinario. Si bien la lucha por la palabra igualdad es un absurdo hipotético, en la realidad cotidiana se trabaja por una equidad en tales aspectos. Hay muchos tipos de feminismo: el anarquista, el radical, abolicionista, separatista, de diferencia en el lenguaje, transfeminismo, ecofeminismo, entre otros.

Es cierto que el atropello a los derechos de la mujer puede ser infame, ante todo cuando otro ismo crea la mayor resistencia a sus planteamientos; es decir, el machismo como contraposición a la lucha femenil. Hablar de la mujer es echar un vistazo al modelo charro del macho mexicano, que en otros tiempos se imponía como figura predominante de la familia. Las mujeres emancipadas, creo, deberían ser tan parecidas a las matriarcas, pues es el matriarcado la oposición al patriarcado tan conocido, sin embargo, una matriarca manda, dirige, provee, apoya, sostiene, estatuye sus propias reglas para la familia, pero lo hace en función de su poder económico y de carácter, no sólo se sulfura ante una injusticia, sino que va más allá al imponer un ritmo al más puro estilo de mamá gallina. ¿Y el gallo? Bien puede ser sustituido por otro u otros, a lo cual la controversia aflora, ya que en algunos casos un hombre que cohabite con diversas mujeres se le considera muy macho, claro falta que las mantenga, pero una mujer que cohabite con varios hombres es señalada como mesalina, y en esta cruel rotulación se demerita la calidad femenina de cualquier mujer que no se declare sexoservidora, sino que, por el contrario, quiera aparecer como una santa ante la sociedad entera. Hay claroscuros, bemoles, diferencias, tonalidades, casos diferenciados, pero que forman parte de un todo multirracial, cultural, socioeconómico, intelectual, en el mejor de los casos de las dirigentes femeniles.

Su lucha se debe apoyar ante la intolerancia, el atropello, el desdén, el abandono y la falta de oportunidades de desarrollo. Viene a mi mente una feminista clásica que era María Félix, quien hizo de su vida y su carrera artística un expediente de feminismo no consecuente ante los maltratos. En lo personal su carácter era férreo, sagaz, con humor y sarcasmo; era una señora, una señorona la doña, en la más amplia extensión del término.

Que si el aborto sí o no, eso es cuestión personal, de todas formas se llevan a cabo, pero las huellas que pueda dejar serán plena responsabilidad legal de la que asuma tal riesgo. Toda intervención quirúrgica para cesar una vida humana es de alto a muy alto riesgo. En mi opinión, se embaraza la que así lo permite, habiendo tantos métodos de contracepción en la actualidad. Sólo la violación sería una causal de consentimiento auspiciado y legal.