/ sábado 19 de marzo de 2022

Lectura, la simple lectura

Pese al gran beneplácito con que se han divulgado recientemente las encuestas sobre lectura en México, persiste la suspicacia sobre la lectura y los lectores en México. Cada mexicano lee en promedio un libro cada tres meses. Los materiales de lectura consultados con mayor frecuencia por los mexicanos son: libros de texto o escolares, periódicos y páginas, foros o blogs digitales, de acuerdo con el Módulo sobre Lectura (Molec) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

La reducción de lectores en México cada año es ya tendencia. El 41.1 por ciento de la población alfabeta en el país leyó al menos un libro en los últimos 12 meses, cifra menor a 45.9 por ciento registrada en 2016 por el INEGI. Prácticamente solo cuatro de cada 10 adultos en el país acuden a la lectura.

La prueba nacional sobre el aprendizaje Planea de 2019 indica que las aptitudes lingüísticas de los jóvenes mexicanos son malas o muy malas. El 71.6% de la población de 18 años y más que saben leer y escribir un recado (alfabetas), declararon leer alguno de los materiales considerados por el Molec de INEGI que son: libros, revistas, periódicos, historietas y páginas de Internet, foros o blogs. Bruno Newman, presidente de International Board on Books for Young People (IBBY-México), dice que los mexicanos sí leen, pero textos breves, sin contenido analítico. Leen preferentemente mensajes de texto”, lo que no puede ser de otra forma ya que pasan entre seis y ocho horas conectados al teléfono inteligente, objeto al que muestran mayor apego emocional y con el que tienen mayor familiaridad en sus vidas. "El 89% de los jóvenes poseen un teléfono celular para uso personal, y el 73% de ellos tienen, a través suyo, conexión a internet".

Ana Karen García, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, expresa que sólo 2 de cada 10 lectores comprende totalmente el contenido que leyó. 6 de cada 10 dicen que comprendieron sólo una gran parte y 2 de cada 10 dijeron que comprenden sólo la mitad o muy poco de lo que leen. Pese a ello, solamente 37.6% de la población consulta fuentes como diccionario, enciclopedia o internet para fortalecer la comprensión lectora. De la población lectora exclusivamente de libros la mayoría lee libros de literatura 40.8%. Otras temáticas que se leen en este rubro son libros académicos o de uso universitario 33.6%, libros de superación personal, autoayuda o religión 28.2%, libros de cultura general 23.4% y manuales, guías o recetarios 7.5 por ciento. La venta de libros y revistas van a la baja desde 2002 a la fecha.

Los jóvenes entrevistados que tienen entre 14 a 29 años leen para chatear y convivir en las nuevas redes sociales; leen para investigar temas de su interés, como deportes, noticias de espectáculos, música y también literatura, exactamente ¡poesía! (esta última porque es breve y de información digerible y expedita). Frente a esto, Bruno Newman advierte que el reto de los educadores y comunicadores consiste hoy por hoy en reorientarse a los nuevos gustos y formas de consumo informativo; adaptarse a las nuevas formas de comunicación” y descifrar los nuevos contenidos digitales, apunta Guillermo José Mañón Garibay, investigador de la UNAM.

El ensayista y poeta Juan Domingo Arguelles señala: "Estadísticamente, los verdaderos lectores son escasos y constituyen una ínfima minoría en una enorme población que aun siendo alfabetizada y teniendo algún contacto con los libros no puede denominarse lectora. Existe un analfabetismo cultural (que es algo mucho más que funcional) representado por las personas que aun sabiendo decodificar una palabra, una frase, una oración, un párrafo, una página, al mismo tiempo no sólo carecen del hábito de leer sino que, además, no creen que la lectura cotidiana de libros constituya una experiencia digna de disfrutarse. Estas personas pueden ser –y de hecho lo son– universitarias; muchas de ellas, con carreras humanísticas (y aun con doctorados), y sin embargo no les interesa leer por iniciativa propia ni tienen un comercio estrecho con los libros. Los libros o fragmentos de libros que leyeron en la universidad no tuvieron otro propósito que el de sacar la carrera".

"En otras palabras, leer no es un acto inocuo. La lectura es algo más que buscar respuestas inmediatas para solucionar dudas pasajeras. La lectura verdadera va más allá de la consulta ocasional y nos conduce, a la larga, a tener más respuestas que las que presuponemos cuando fuimos al estante únicamente para obtener y transcribir información. La lectura, nos forma, nos transforma, mientras que la simple información (estoy pensando, desde luego, en la que ponen a nuestro alcance los medios electrónicos) muchas veces nos deforma. En su magnífica propuesta “Por una ley del libro”, Gabriel Zaid ha insistido en la necesidad de que la escuela propicie y no desaliente la lectura".

La lectura, la simple lectura, la peligrosa lectura, sólo tiene posibilidades de hacernos mejores si se nos convierte en una adicción. En vez de la lectura informativa, para solucionar una tarea inmediata, la lectura formativa, la lectura morosa, y amorosa, que no sirve aparentemente para nada pero que nos transforma y nos confiere mayor sentido dentro de la realidad y dentro de la imaginación.

"Estadísticamente, los verdaderos lectores son escasos y constituyen una ínfima minoría en una enorme población que aun siendo alfabetizada y teniendo algún contacto con los libros no puede denominarse lectora".

Pese al gran beneplácito con que se han divulgado recientemente las encuestas sobre lectura en México, persiste la suspicacia sobre la lectura y los lectores en México. Cada mexicano lee en promedio un libro cada tres meses. Los materiales de lectura consultados con mayor frecuencia por los mexicanos son: libros de texto o escolares, periódicos y páginas, foros o blogs digitales, de acuerdo con el Módulo sobre Lectura (Molec) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

La reducción de lectores en México cada año es ya tendencia. El 41.1 por ciento de la población alfabeta en el país leyó al menos un libro en los últimos 12 meses, cifra menor a 45.9 por ciento registrada en 2016 por el INEGI. Prácticamente solo cuatro de cada 10 adultos en el país acuden a la lectura.

La prueba nacional sobre el aprendizaje Planea de 2019 indica que las aptitudes lingüísticas de los jóvenes mexicanos son malas o muy malas. El 71.6% de la población de 18 años y más que saben leer y escribir un recado (alfabetas), declararon leer alguno de los materiales considerados por el Molec de INEGI que son: libros, revistas, periódicos, historietas y páginas de Internet, foros o blogs. Bruno Newman, presidente de International Board on Books for Young People (IBBY-México), dice que los mexicanos sí leen, pero textos breves, sin contenido analítico. Leen preferentemente mensajes de texto”, lo que no puede ser de otra forma ya que pasan entre seis y ocho horas conectados al teléfono inteligente, objeto al que muestran mayor apego emocional y con el que tienen mayor familiaridad en sus vidas. "El 89% de los jóvenes poseen un teléfono celular para uso personal, y el 73% de ellos tienen, a través suyo, conexión a internet".

Ana Karen García, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, expresa que sólo 2 de cada 10 lectores comprende totalmente el contenido que leyó. 6 de cada 10 dicen que comprendieron sólo una gran parte y 2 de cada 10 dijeron que comprenden sólo la mitad o muy poco de lo que leen. Pese a ello, solamente 37.6% de la población consulta fuentes como diccionario, enciclopedia o internet para fortalecer la comprensión lectora. De la población lectora exclusivamente de libros la mayoría lee libros de literatura 40.8%. Otras temáticas que se leen en este rubro son libros académicos o de uso universitario 33.6%, libros de superación personal, autoayuda o religión 28.2%, libros de cultura general 23.4% y manuales, guías o recetarios 7.5 por ciento. La venta de libros y revistas van a la baja desde 2002 a la fecha.

Los jóvenes entrevistados que tienen entre 14 a 29 años leen para chatear y convivir en las nuevas redes sociales; leen para investigar temas de su interés, como deportes, noticias de espectáculos, música y también literatura, exactamente ¡poesía! (esta última porque es breve y de información digerible y expedita). Frente a esto, Bruno Newman advierte que el reto de los educadores y comunicadores consiste hoy por hoy en reorientarse a los nuevos gustos y formas de consumo informativo; adaptarse a las nuevas formas de comunicación” y descifrar los nuevos contenidos digitales, apunta Guillermo José Mañón Garibay, investigador de la UNAM.

El ensayista y poeta Juan Domingo Arguelles señala: "Estadísticamente, los verdaderos lectores son escasos y constituyen una ínfima minoría en una enorme población que aun siendo alfabetizada y teniendo algún contacto con los libros no puede denominarse lectora. Existe un analfabetismo cultural (que es algo mucho más que funcional) representado por las personas que aun sabiendo decodificar una palabra, una frase, una oración, un párrafo, una página, al mismo tiempo no sólo carecen del hábito de leer sino que, además, no creen que la lectura cotidiana de libros constituya una experiencia digna de disfrutarse. Estas personas pueden ser –y de hecho lo son– universitarias; muchas de ellas, con carreras humanísticas (y aun con doctorados), y sin embargo no les interesa leer por iniciativa propia ni tienen un comercio estrecho con los libros. Los libros o fragmentos de libros que leyeron en la universidad no tuvieron otro propósito que el de sacar la carrera".

"En otras palabras, leer no es un acto inocuo. La lectura es algo más que buscar respuestas inmediatas para solucionar dudas pasajeras. La lectura verdadera va más allá de la consulta ocasional y nos conduce, a la larga, a tener más respuestas que las que presuponemos cuando fuimos al estante únicamente para obtener y transcribir información. La lectura, nos forma, nos transforma, mientras que la simple información (estoy pensando, desde luego, en la que ponen a nuestro alcance los medios electrónicos) muchas veces nos deforma. En su magnífica propuesta “Por una ley del libro”, Gabriel Zaid ha insistido en la necesidad de que la escuela propicie y no desaliente la lectura".

La lectura, la simple lectura, la peligrosa lectura, sólo tiene posibilidades de hacernos mejores si se nos convierte en una adicción. En vez de la lectura informativa, para solucionar una tarea inmediata, la lectura formativa, la lectura morosa, y amorosa, que no sirve aparentemente para nada pero que nos transforma y nos confiere mayor sentido dentro de la realidad y dentro de la imaginación.

"Estadísticamente, los verdaderos lectores son escasos y constituyen una ínfima minoría en una enorme población que aun siendo alfabetizada y teniendo algún contacto con los libros no puede denominarse lectora".