/ viernes 28 de julio de 2017

Pasos de un reportero

Frecuentemente me maravillo con el extraordinario avance de la cibernética y la robótica en los países desarrollados. Lo reconozco. Me encanta. Autos tripulados a distancia por computadoras, bellas recepcionistas y botones robot en hoteles, pizzas repartidas a domicilio por drones, gigantescas fábricas automatizadas y manejadas por unos cuantos operadores y cientos de aplicaciones de máquinas inteligentesque no solo suplen la mano del hombre sino que –incluso- la mejoran.

Ya existen hasta bellas robots proveedoras de sexo inimaginable. El CEO y fundador de las Real Dolls, Matt McMullen está satisfecho con el nivel de mímesis alcanzado por sus creaciones, que hoy tienen cabellos y piel realistas, incluso con temperatura, humedad y flexibilidad reales. Hoy tienen un ambicioso plan: dotar a sus sofisticados gadgets con los últimos adelantos de inteligencia artificial, el nuevo campo de moda en Silicon Valley, y darle vida a sus muñecas. La industria del sexo robot ya factura en el mundo 15 mil millones de dólares al año.

La tecnología avanza tan rápido que aún los miles de millones de personas que usan los teléfonos celulares de última generación aún no aprenden a manejarlos, cuando ya surgen aparatos modernoscon impresionantes y nuevas aplicaciones. ¿El precio es cada vez mayor? Pero no les importa. A como dé lugar anhelan poseerlos.

Yo me pregunto. ¿Qué le depara a la humanidad con tantos avances de la robótica y la digitalización? Para los jóvenes que viven la plenitud de la modernidad consideran que el avance de la impresionante tecnología a su alcance es formidable y no reflexionan sobre la amenaza que se cierne sobre ellos en un futuro no muy lejano. En cambio los economistas, sociólogos y ecologistas constantemente advierten frecuentemente sobre la amenaza que representa para la humanidad este avance incontrolable de la tecnología. En primer término destacan que la cibernética y la robótica están provocando un desempleo mundial acelerado de cientos de miles de trabajadores y la migración de millones de personas de países pobres a los más ricos e industrializados.

Según Harold Winter, geosociólogo de la Universidad de Rochester, el avance de la tecnología podría provocar un caos apocalíptico en todo el planeta en los próximos treinta años.

Miles de millones de empleos continuaran perdiéndose al grado de que en muchos países pobres prevalecerá el caos total. Habrá miles de guerras fratricidas entre violentas facciones por peleas territoriales, agua y comida. El sueño de Donald Trump se hará realidad. Los países ricos erigirán gigantescos muros para evitar la entrada de millones de inmigrantes hambrientos y desarrapados, que serán aniquilados como moscas por modernas armas futuristas aun no inventadas. El crimen, el robo y la violencia será el sistema que impondrán grupúsculos de poder en muchos países marginados.

Y porque no se ha analizado esta amenaza global tecnológica en los países desarrollados. De hecho sí lo están haciendo, pero en forma tan débil que estos esfuerzos son inútiles ante el poderío de los grandes consorcios industriales que no se atreven a prescindir de sus planes de robotización total en busca de mayores ganancias.

Incluso, en el Davos Suiza se ha abordado el peligro de la pérdida de empleos con el avance de la robotización. Para ser exactos, 5 millones. Este es el número de empleos que el Foro Económico Mundial considera que serán sustituidos por máquinas –sean robots, ordenadores o cualquier otro tipo– en un lapso de apenas 4 años. Y se trata de un proceso cuya trayectoria no podemos predecir del todo pero que parece irse acelerando conforme pasa el tiempo.

Si llegara a existir plena conciencia mundial del peligro que se enfrenta la humanidad con el avance de la robotización y el advenimiento de un caos mundial, los gobiernos podrían decretar su progresiva reducción mediante fuertes subsidios y asesoramiento tecnológico y volver a la fabricación industrial hecha por el hombre.

Al final, los robots podrían no acabar con nosotros directamente, pero sí influenciar un cambio dramático en nuestra sociedad que nos acerque a los problemas que han llevado al colapso de otras civilizaciones.

Y esto, que se perfila en el futuro cercano, es muchísimo más peligroso que una rebelión abierta. Podría ser el final de la civilización tal y como la conocemos. Incluso se advierte el peligro de armas que mediante de que la humanidad retroceda miles años en su evolución y volvamos a la edad de piedra.

Frecuentemente me maravillo con el extraordinario avance de la cibernética y la robótica en los países desarrollados. Lo reconozco. Me encanta. Autos tripulados a distancia por computadoras, bellas recepcionistas y botones robot en hoteles, pizzas repartidas a domicilio por drones, gigantescas fábricas automatizadas y manejadas por unos cuantos operadores y cientos de aplicaciones de máquinas inteligentesque no solo suplen la mano del hombre sino que –incluso- la mejoran.

Ya existen hasta bellas robots proveedoras de sexo inimaginable. El CEO y fundador de las Real Dolls, Matt McMullen está satisfecho con el nivel de mímesis alcanzado por sus creaciones, que hoy tienen cabellos y piel realistas, incluso con temperatura, humedad y flexibilidad reales. Hoy tienen un ambicioso plan: dotar a sus sofisticados gadgets con los últimos adelantos de inteligencia artificial, el nuevo campo de moda en Silicon Valley, y darle vida a sus muñecas. La industria del sexo robot ya factura en el mundo 15 mil millones de dólares al año.

La tecnología avanza tan rápido que aún los miles de millones de personas que usan los teléfonos celulares de última generación aún no aprenden a manejarlos, cuando ya surgen aparatos modernoscon impresionantes y nuevas aplicaciones. ¿El precio es cada vez mayor? Pero no les importa. A como dé lugar anhelan poseerlos.

Yo me pregunto. ¿Qué le depara a la humanidad con tantos avances de la robótica y la digitalización? Para los jóvenes que viven la plenitud de la modernidad consideran que el avance de la impresionante tecnología a su alcance es formidable y no reflexionan sobre la amenaza que se cierne sobre ellos en un futuro no muy lejano. En cambio los economistas, sociólogos y ecologistas constantemente advierten frecuentemente sobre la amenaza que representa para la humanidad este avance incontrolable de la tecnología. En primer término destacan que la cibernética y la robótica están provocando un desempleo mundial acelerado de cientos de miles de trabajadores y la migración de millones de personas de países pobres a los más ricos e industrializados.

Según Harold Winter, geosociólogo de la Universidad de Rochester, el avance de la tecnología podría provocar un caos apocalíptico en todo el planeta en los próximos treinta años.

Miles de millones de empleos continuaran perdiéndose al grado de que en muchos países pobres prevalecerá el caos total. Habrá miles de guerras fratricidas entre violentas facciones por peleas territoriales, agua y comida. El sueño de Donald Trump se hará realidad. Los países ricos erigirán gigantescos muros para evitar la entrada de millones de inmigrantes hambrientos y desarrapados, que serán aniquilados como moscas por modernas armas futuristas aun no inventadas. El crimen, el robo y la violencia será el sistema que impondrán grupúsculos de poder en muchos países marginados.

Y porque no se ha analizado esta amenaza global tecnológica en los países desarrollados. De hecho sí lo están haciendo, pero en forma tan débil que estos esfuerzos son inútiles ante el poderío de los grandes consorcios industriales que no se atreven a prescindir de sus planes de robotización total en busca de mayores ganancias.

Incluso, en el Davos Suiza se ha abordado el peligro de la pérdida de empleos con el avance de la robotización. Para ser exactos, 5 millones. Este es el número de empleos que el Foro Económico Mundial considera que serán sustituidos por máquinas –sean robots, ordenadores o cualquier otro tipo– en un lapso de apenas 4 años. Y se trata de un proceso cuya trayectoria no podemos predecir del todo pero que parece irse acelerando conforme pasa el tiempo.

Si llegara a existir plena conciencia mundial del peligro que se enfrenta la humanidad con el avance de la robotización y el advenimiento de un caos mundial, los gobiernos podrían decretar su progresiva reducción mediante fuertes subsidios y asesoramiento tecnológico y volver a la fabricación industrial hecha por el hombre.

Al final, los robots podrían no acabar con nosotros directamente, pero sí influenciar un cambio dramático en nuestra sociedad que nos acerque a los problemas que han llevado al colapso de otras civilizaciones.

Y esto, que se perfila en el futuro cercano, es muchísimo más peligroso que una rebelión abierta. Podría ser el final de la civilización tal y como la conocemos. Incluso se advierte el peligro de armas que mediante de que la humanidad retroceda miles años en su evolución y volvamos a la edad de piedra.

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