/ jueves 4 de mayo de 2017

Pasos de un reportero

Una loca aventura de un millón de pesos

Mi buen amigo Armando López Macip, fundador y director de la Orquesta Clásica de Orizaba, connotado historiador, ingeniero Químico y catedrático del Instituto Regional de Orizaba, que tiene el honor de que la enciclopedia digital de Wikipedia le dedica toda una página para exponer su vida y obra, me envió un correo en el que me participa la muerte de un querido amigo Gerardo Sanz Sota, un empresario orizabeño fundador de “La Esfera”. Socio del Club Rotario de Orizaba desde 1966, Presidente del Patronato del Hogar Santa Isabel, del Patronato Expori, Comandante de la Cruz Roja y un hombre altruista 100 por ciento, del que por azares del destino fue temporalmente mi socio, junto con un grupo de destacados empresarios orizabeños.

Pocos saben que un cordobés como yo pasó diez felices años en Orizaba y aunque inmodestamente lo diga fui un empresario con un regular éxito. Era propietario en 1978 de una imprenta que ocupaba a 22 trabajadores y estaba ubicada frente a una enorme galera frente a la terminal ADO en el boulevard de Oriente seis. Pues bien, un buen día nos reunimos varios empresarios que estuvimos en la directiva de Expori, de la cual fui el fundador y decidimos fundar un periódico. El Diario de Orizaba. Y la razón para tal proyecto fue que había adquirido una moderna prensa alemana Roland, una de las primeras máquinas offset que llegaron a México totalmente digitalizada y que tenía la capacidad de imprimir pliegos de papel de 50 x 30 centímetros a todo color. Además contaba con una moderna cámara industrial Repromaster de gran formato, de dos linotipos y un titulador con diez tipos y tamaños de letras. Independientemente de la maquinaria común en una litográfica con impresoras Gesterner, AB Dick, Miller, Heildelberg y otras.

Recuerdo que la primera reunión fue en el restaurant del Hotel Trueba. Me reuní con Luis Rojí Uribe, Manuel Leal Corona, Alberto Faure, Gustavo Wappler, Lic. Luis Aguilar Aspiri y Contador José Luis Cortés. En virtud a que había sido subdirector y director de dos importantes diarios regionales decidimos crear una sociedad en la que yo tendría el 51 por ciento de las acciones, por el valor de la maquinaria de mi propiedad y el otro 49 por ciento el resto de los socios.

Aunque parezca increíble, en ocho meses logramos tener un éxito notable. Teníamos 150 voceadores, una camioneta de reparto y un equipo de siete reporteros y fotógrafos.

Ellos fueron Luis Velázquez (años después fue premio nacional de periodismo) José Murillo, Alfonso Ahumada, Miguel A. Juárez, Norberto Espinosa (Premio Estatal de Periodismo), Luis A. Oropeza y Cirilo Pitalúa. Mi Jefe de taller y encargado de fotomecánica fue Guillermo Reyes, que además fue por siempre uno de mis mejores amigos.

En pocas semanas comenzamos a tener un incremento constante en la circulación del diario lo que dio como resultado la contratación de numerosos anunciantes locales y regionales. A los diez meses el impulso del diario era imparable.  Comenzamos a tener publicidad nacional de cervecería Moctezuma, Chevrolet,  Panam, Olivetti y otras grandes compañías.

Entonces los socios, excepto yo, se reunieron y tomaron la decisión de comprar una rotativa moderna de gran velocidad de tiraje. El problema fue que debería triplicarse el capital de la sociedad y yo no tenía la capacidad económica para igualar el número de acciones del nuevo proyecto.

Una noche Luis Aguilar Aspiri, que era muy amigo mío, me llamó por teléfono, me despertó y me dijo. Enrique, me temo que vas a tener aceptar el aumento de capital y perder la mayoría de acciones. Los socios están decididos a triplicar su inversión, lo cual me temo, perderás el control y la dirección del diario. Tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida. Cerrar el diario, pues pese al éxito que tenía, sabía que otro periodista tomaría el mando y yo quedaría fuera. Y así ocurrió. El Diario de Orizaba desapareció, pues mis socios, además de que eran mis amigos, también decidieron no continuar con el proyecto. Fue una loca aventura de un millón de pesos. Yo continúe solo al frente de mi imprenta comercial y todos resignados, pero satisfechos de haber participado en un proyecto formidable.

Una loca aventura de un millón de pesos

Mi buen amigo Armando López Macip, fundador y director de la Orquesta Clásica de Orizaba, connotado historiador, ingeniero Químico y catedrático del Instituto Regional de Orizaba, que tiene el honor de que la enciclopedia digital de Wikipedia le dedica toda una página para exponer su vida y obra, me envió un correo en el que me participa la muerte de un querido amigo Gerardo Sanz Sota, un empresario orizabeño fundador de “La Esfera”. Socio del Club Rotario de Orizaba desde 1966, Presidente del Patronato del Hogar Santa Isabel, del Patronato Expori, Comandante de la Cruz Roja y un hombre altruista 100 por ciento, del que por azares del destino fue temporalmente mi socio, junto con un grupo de destacados empresarios orizabeños.

Pocos saben que un cordobés como yo pasó diez felices años en Orizaba y aunque inmodestamente lo diga fui un empresario con un regular éxito. Era propietario en 1978 de una imprenta que ocupaba a 22 trabajadores y estaba ubicada frente a una enorme galera frente a la terminal ADO en el boulevard de Oriente seis. Pues bien, un buen día nos reunimos varios empresarios que estuvimos en la directiva de Expori, de la cual fui el fundador y decidimos fundar un periódico. El Diario de Orizaba. Y la razón para tal proyecto fue que había adquirido una moderna prensa alemana Roland, una de las primeras máquinas offset que llegaron a México totalmente digitalizada y que tenía la capacidad de imprimir pliegos de papel de 50 x 30 centímetros a todo color. Además contaba con una moderna cámara industrial Repromaster de gran formato, de dos linotipos y un titulador con diez tipos y tamaños de letras. Independientemente de la maquinaria común en una litográfica con impresoras Gesterner, AB Dick, Miller, Heildelberg y otras.

Recuerdo que la primera reunión fue en el restaurant del Hotel Trueba. Me reuní con Luis Rojí Uribe, Manuel Leal Corona, Alberto Faure, Gustavo Wappler, Lic. Luis Aguilar Aspiri y Contador José Luis Cortés. En virtud a que había sido subdirector y director de dos importantes diarios regionales decidimos crear una sociedad en la que yo tendría el 51 por ciento de las acciones, por el valor de la maquinaria de mi propiedad y el otro 49 por ciento el resto de los socios.

Aunque parezca increíble, en ocho meses logramos tener un éxito notable. Teníamos 150 voceadores, una camioneta de reparto y un equipo de siete reporteros y fotógrafos.

Ellos fueron Luis Velázquez (años después fue premio nacional de periodismo) José Murillo, Alfonso Ahumada, Miguel A. Juárez, Norberto Espinosa (Premio Estatal de Periodismo), Luis A. Oropeza y Cirilo Pitalúa. Mi Jefe de taller y encargado de fotomecánica fue Guillermo Reyes, que además fue por siempre uno de mis mejores amigos.

En pocas semanas comenzamos a tener un incremento constante en la circulación del diario lo que dio como resultado la contratación de numerosos anunciantes locales y regionales. A los diez meses el impulso del diario era imparable.  Comenzamos a tener publicidad nacional de cervecería Moctezuma, Chevrolet,  Panam, Olivetti y otras grandes compañías.

Entonces los socios, excepto yo, se reunieron y tomaron la decisión de comprar una rotativa moderna de gran velocidad de tiraje. El problema fue que debería triplicarse el capital de la sociedad y yo no tenía la capacidad económica para igualar el número de acciones del nuevo proyecto.

Una noche Luis Aguilar Aspiri, que era muy amigo mío, me llamó por teléfono, me despertó y me dijo. Enrique, me temo que vas a tener aceptar el aumento de capital y perder la mayoría de acciones. Los socios están decididos a triplicar su inversión, lo cual me temo, perderás el control y la dirección del diario. Tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida. Cerrar el diario, pues pese al éxito que tenía, sabía que otro periodista tomaría el mando y yo quedaría fuera. Y así ocurrió. El Diario de Orizaba desapareció, pues mis socios, además de que eran mis amigos, también decidieron no continuar con el proyecto. Fue una loca aventura de un millón de pesos. Yo continúe solo al frente de mi imprenta comercial y todos resignados, pero satisfechos de haber participado en un proyecto formidable.

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