/ viernes 23 de septiembre de 2022

¿Qué queremos?

Durante los últimos días, el tema que ocupa la agenda nacional es el de la militarización. Un asunto con el que se pretende que los soldados salgan de los cuarteles y ocupen el país, favoreciendo la seguridad de todos. Esto no es novedad, desde hace un tiempo el ejército se ha encargado de realizar muchas acciones de diferentes tipos y de rubros muy diversos; hasta la construcción de un aeropuerto cuentan en su haber.

Esta cuestión que nos encontramos por doquier nos lleva a reflexionar seria y crudamente, ya que no es algo nuevo: desde hace más de diez años se han realizado estos debates por la llamada seguridad interna de la nación. Que una vez más se han tratado de frenar.

¿Qué pretendemos?, ¿qué buscamos?, ¿cuál es el ser de las cosas?, la única razón que justifica la existencia de los ejércitos es la defensa de la nación en temas de gravedad. La seguridad nacional es la razón que justifica su existencia. Es cierto que los hemos visto en muchas acciones solidarias implementando planes y estrategias en lugares que han sufrido a causa de las desgracias de la naturaleza, donde han sido muy eficaces. Pero, con honestidad, la defensa ante guerras e invasiones es algo muy distinto al cuidado de calles y colonias. Hay abismos de diferencia.

Muchos países cercanos a nosotros como Venezuela, Cuba y Nicaragua, entre otros, han introducido esta práctica de la militarización de sus calles. Es evidente que el ejército tiene una fuerza descomunal que difícilmente se expresa en algún otro organismo. Hemos de ser objetivos y haciendo un análisis de la realidad nacional reconocemos que no estamos pasando el mejor de los momentos; vivimos una seria crisis de seguridad nacional que cada día nos muestra cómo se cae a pedazos la paz y la tranquilidad y se secuestran incluso las garantías individuales.

¿Cómo podemos cambiar el curso de las cosas?, es evidente que esto no puede continuar así y que la solución para una tensa calma no se encuentra en militarizar el país. Dando pasos hacia adelante, es importante sanar el problema desde su raíz, evolucionando en la comprensión de los problemas y aprendiendo que la verdadera justicia es la que restaura. Ahí están las semillas de la verdadera curación que necesitamos ante todos los males que aquejan nuestro país y que, sin advertirlo, cada vez están más cerca. Nadie puede vivir -sanamente-, si se la pasa atrapado en el pasado. Nuestro presente nos exige por completo, empáticos y llenos de coraje.

Durante los últimos días, el tema que ocupa la agenda nacional es el de la militarización. Un asunto con el que se pretende que los soldados salgan de los cuarteles y ocupen el país, favoreciendo la seguridad de todos. Esto no es novedad, desde hace un tiempo el ejército se ha encargado de realizar muchas acciones de diferentes tipos y de rubros muy diversos; hasta la construcción de un aeropuerto cuentan en su haber.

Esta cuestión que nos encontramos por doquier nos lleva a reflexionar seria y crudamente, ya que no es algo nuevo: desde hace más de diez años se han realizado estos debates por la llamada seguridad interna de la nación. Que una vez más se han tratado de frenar.

¿Qué pretendemos?, ¿qué buscamos?, ¿cuál es el ser de las cosas?, la única razón que justifica la existencia de los ejércitos es la defensa de la nación en temas de gravedad. La seguridad nacional es la razón que justifica su existencia. Es cierto que los hemos visto en muchas acciones solidarias implementando planes y estrategias en lugares que han sufrido a causa de las desgracias de la naturaleza, donde han sido muy eficaces. Pero, con honestidad, la defensa ante guerras e invasiones es algo muy distinto al cuidado de calles y colonias. Hay abismos de diferencia.

Muchos países cercanos a nosotros como Venezuela, Cuba y Nicaragua, entre otros, han introducido esta práctica de la militarización de sus calles. Es evidente que el ejército tiene una fuerza descomunal que difícilmente se expresa en algún otro organismo. Hemos de ser objetivos y haciendo un análisis de la realidad nacional reconocemos que no estamos pasando el mejor de los momentos; vivimos una seria crisis de seguridad nacional que cada día nos muestra cómo se cae a pedazos la paz y la tranquilidad y se secuestran incluso las garantías individuales.

¿Cómo podemos cambiar el curso de las cosas?, es evidente que esto no puede continuar así y que la solución para una tensa calma no se encuentra en militarizar el país. Dando pasos hacia adelante, es importante sanar el problema desde su raíz, evolucionando en la comprensión de los problemas y aprendiendo que la verdadera justicia es la que restaura. Ahí están las semillas de la verdadera curación que necesitamos ante todos los males que aquejan nuestro país y que, sin advertirlo, cada vez están más cerca. Nadie puede vivir -sanamente-, si se la pasa atrapado en el pasado. Nuestro presente nos exige por completo, empáticos y llenos de coraje.