/ viernes 11 de febrero de 2022

Radicales, moderados y la democracia

La historia da cuenta de que siempre se generan tendencias y corrientes en los grupos políticos previo a su acceso al poder y durante su ejercicio. Así ha sido en todo el mundo y México no fue excepción. Esa realidad tiene que ver con visiones, conceptos e intereses. Con ideas del poder posible y el poder real.

Previo a la revolución rusa se alinearon en Menche y Bolcheviques, los autonombrados revolucionarios salvadoreños y nicaragüenses se agruparon en diversas corrientes dentro de sus respectivos frentes, por ejemplo. Los herederos de la Revolución Mexicana giraban en torno a varios caudillos hasta su unificación en un mismo partido político. Las izquierdas mexicanas se expresaban en formas varias y el Partido Comunista Mexicano se identificaba entre dinos y renos, o sea, dinosaurios estalinistas y renovadores eurocomunistas. En el PRI de los ochenta se manifestaban los nacionalistas revolucionarios y los tecnócratas. El PRD surgió de la fusión de varias agrupaciones de izquierda y la Corriente Democrática del PRI, derivando desde su origen en corrientes internas.

La existencia de moderados o radicales es parte intrínseca de la naturaleza de las agrupaciones políticas. La unanimidad siempre será forzada y es inherente a las dictaduras con partidos de Estado como en Cuba y China. Sin camisas de fuerza la propia dinámica tanto ideológica como pragmática de las fuerzas políticas las lleva a manifestarse en su pluralidad básica. Es obvio que las une un programa, objetivos comunes y aspiración o ejercicio del poder, pero siempre habrá matices, enfoques e intereses concretos que motiven la aparición de naturales alineamientos internos. Es lejano a la democracia la unanimidad, genera conformismo, disciplina ciega, actitudes acríticas y distorsiona el sentido de la militancia política. Las posturas radicales casi siempre son retóricas, poses para sumar adeptos o para ser más exigentes con sus operadores ya en el poder.

Recientemente se habló en el partido Morena de posiciones moderadas y radicales con motivo de ciertas iniciativas y diferencias en el Senado de la República. De ahí se han generalizado los comentarios respecto a otros ámbitos de dicho partido donde también hay expresiones diversas, obviamente no en sus definiciones principales. Es normal y algo adelantado que gran parte de sus deliberaciones y posturas giran en torno a los aspirantes presidenciales. Creo que los adjetivos de moderados y radicales son construcciones mediáticas sumamente imprecisas y artificiales. En el caso de Morena todos pueden ubicarse en una de esas posturas dependiendo del asunto a tratar o el momento. Más bien sus alineamientos dependen de los espacios de poder en que se encuentren y del liderazgo que estén siguiendo. Soy de la idea que lo verdaderamente definitorio y relevante de la militancia política y sus liderazgos es la consecuencia que tengan con la democracia. Eso es lo importante. Si son demócratas y jugarán con las reglas de la democracia. Puede haber matices y estilos, acentos y hasta exaltación, dependiendo de sus orígenes distintos, su aprendizaje y decoro respecto de la pluralidad y la tolerancia. Pero lo que nos debe importar es si reforzarán o debilitarán a la democracia. Es más, después de este sexenio tan discursivo y personal casi únicamente habrá moderados en el poder. Es el ciclo sexenal que se crea por razones políticas, económicas y sociales.

Las alertas deben estar encendidas, las definiciones son ineludibles. Hay una acelerada degradación de nuestra vida pública. Se observa en las descalificaciones a los opositores y a los periodistas. Se falta a las reglas democráticas y se crea un ambiente turbio. Cualquier ciudadano merece el respeto de los gobernantes. Quienes ocupan el poder tienen obligaciones claras, deben rendir cuentas y ser transparentes. Estamos hablando de autoridades de elección pulular, no de monarcas o dictadores. Es grave, de mal gusto y atentatorio a los derechos democráticos de la ciudadanía que se les descalifique. Es difícil entender que algo así esté pasando actualmente. Es una pesadilla autoritaria. Ni en los últimos sexenios del PRI y el PAN se habían observado conductas agresivas de esta naturaleza. Desde donde sea hay que ser firmes con la defensa de nuestras libertades, no consentir excesos, no trivializar ni acuñar eufemismos al respecto. Dignidad y democracia por delante.

Recadito: Sigue pendiente la definición de el Cabildo xalapeño sobre los retenes y operativos de las grúas.

ufa.1959@gmail.com

La historia da cuenta de que siempre se generan tendencias y corrientes en los grupos políticos previo a su acceso al poder y durante su ejercicio. Así ha sido en todo el mundo y México no fue excepción. Esa realidad tiene que ver con visiones, conceptos e intereses. Con ideas del poder posible y el poder real.

Previo a la revolución rusa se alinearon en Menche y Bolcheviques, los autonombrados revolucionarios salvadoreños y nicaragüenses se agruparon en diversas corrientes dentro de sus respectivos frentes, por ejemplo. Los herederos de la Revolución Mexicana giraban en torno a varios caudillos hasta su unificación en un mismo partido político. Las izquierdas mexicanas se expresaban en formas varias y el Partido Comunista Mexicano se identificaba entre dinos y renos, o sea, dinosaurios estalinistas y renovadores eurocomunistas. En el PRI de los ochenta se manifestaban los nacionalistas revolucionarios y los tecnócratas. El PRD surgió de la fusión de varias agrupaciones de izquierda y la Corriente Democrática del PRI, derivando desde su origen en corrientes internas.

La existencia de moderados o radicales es parte intrínseca de la naturaleza de las agrupaciones políticas. La unanimidad siempre será forzada y es inherente a las dictaduras con partidos de Estado como en Cuba y China. Sin camisas de fuerza la propia dinámica tanto ideológica como pragmática de las fuerzas políticas las lleva a manifestarse en su pluralidad básica. Es obvio que las une un programa, objetivos comunes y aspiración o ejercicio del poder, pero siempre habrá matices, enfoques e intereses concretos que motiven la aparición de naturales alineamientos internos. Es lejano a la democracia la unanimidad, genera conformismo, disciplina ciega, actitudes acríticas y distorsiona el sentido de la militancia política. Las posturas radicales casi siempre son retóricas, poses para sumar adeptos o para ser más exigentes con sus operadores ya en el poder.

Recientemente se habló en el partido Morena de posiciones moderadas y radicales con motivo de ciertas iniciativas y diferencias en el Senado de la República. De ahí se han generalizado los comentarios respecto a otros ámbitos de dicho partido donde también hay expresiones diversas, obviamente no en sus definiciones principales. Es normal y algo adelantado que gran parte de sus deliberaciones y posturas giran en torno a los aspirantes presidenciales. Creo que los adjetivos de moderados y radicales son construcciones mediáticas sumamente imprecisas y artificiales. En el caso de Morena todos pueden ubicarse en una de esas posturas dependiendo del asunto a tratar o el momento. Más bien sus alineamientos dependen de los espacios de poder en que se encuentren y del liderazgo que estén siguiendo. Soy de la idea que lo verdaderamente definitorio y relevante de la militancia política y sus liderazgos es la consecuencia que tengan con la democracia. Eso es lo importante. Si son demócratas y jugarán con las reglas de la democracia. Puede haber matices y estilos, acentos y hasta exaltación, dependiendo de sus orígenes distintos, su aprendizaje y decoro respecto de la pluralidad y la tolerancia. Pero lo que nos debe importar es si reforzarán o debilitarán a la democracia. Es más, después de este sexenio tan discursivo y personal casi únicamente habrá moderados en el poder. Es el ciclo sexenal que se crea por razones políticas, económicas y sociales.

Las alertas deben estar encendidas, las definiciones son ineludibles. Hay una acelerada degradación de nuestra vida pública. Se observa en las descalificaciones a los opositores y a los periodistas. Se falta a las reglas democráticas y se crea un ambiente turbio. Cualquier ciudadano merece el respeto de los gobernantes. Quienes ocupan el poder tienen obligaciones claras, deben rendir cuentas y ser transparentes. Estamos hablando de autoridades de elección pulular, no de monarcas o dictadores. Es grave, de mal gusto y atentatorio a los derechos democráticos de la ciudadanía que se les descalifique. Es difícil entender que algo así esté pasando actualmente. Es una pesadilla autoritaria. Ni en los últimos sexenios del PRI y el PAN se habían observado conductas agresivas de esta naturaleza. Desde donde sea hay que ser firmes con la defensa de nuestras libertades, no consentir excesos, no trivializar ni acuñar eufemismos al respecto. Dignidad y democracia por delante.

Recadito: Sigue pendiente la definición de el Cabildo xalapeño sobre los retenes y operativos de las grúas.

ufa.1959@gmail.com