/ lunes 5 de julio de 2021

A lauderas no se les ha reconocido, pero son muy buenas

Las lauderas coinciden en que este oficio-profesión tiene varias complejidades, como ser poco conocido, contar con pocos espacios y escuelas para aprender

En México y el mundo, las lauderas son minoría y hay muchas de ellas a quienes se les invisibiliza por trabajar en talleres familiares o al lado de sus parejas, expresaron en entrevista las constructoras y reparadoras de instrumentos musicales María José Peláez Aguirre e Isabel Velázquez Landa.

“Desde el inicio de la construcción de instrumentos la mujer ha estado presente, pero es la hija de o la esposa de…, la que trabaja, lija y demás, pero no firma”, enfatizó la veracruzana Majo

A pesar de ello, ve el presente y el futuro con optimismo. El paso más importante para cualquier laudero ya lo dio, a sus 28 años cuenta con su propio taller, ubicado en Xalapa, donde ha radicado prácticamente toda su vida, aunque es nativa de Córdoba.

Uno de los objetivos de la egresada de la Escuela de Luthería —Universidad Nacional de Tucumán, Argentina— es continuar equipando su espacio y brindar estancias artísticas a otras mujeres, como Isabel, de la Ciudad de México, quien en un mes iniciará la especialidad en restauración de guitarra, en Bélgica.

Las lauderas coinciden en que están en un oficio-profesión con varias complejidades, como ser poco conocido, contar con pocos espacios y escuelas para aprender, tener que adquirir herramientas caras y, en algunos casos, enfrentarse al poco valor que se le da a su trabajo.

No obstante, declaran estar contentas y haber encontrado lo que realmente les apasiona: diseñar, crear, restaurar… Estar en contacto con la madera, sus texturas y olor es algo a lo que no están dispuestas a renunciar.

FORMACIÓN

Para ellas, la existencia de talleres de mujeres para mujeres es importante. A Majo, antes de estudiar profesionalmente, le tocó estar en lugares donde no se sentía cien por ciento cómoda.

“Como eran hombres, sentía cómo cambiaba el ambiente. Era como una especie de invasión a su espacio. Era el bicho raro”, expuso para luego compartir el dato de que en los 71 años de existencia de la Escuela de Luthería de Tucán, nunca ha dado clases una mujer.

Hay cuatro egresadas de esta licenciatura y hasta hoy no se han incorporado a la academia

Situación similar vivió Isabel: “Es difícil que haya quien quiera compartir lo que sabe, y sus herramientas. Finalmente, es adentrarte en sus procesos creativos, en algo muy íntimo”.

Piensa que hay quienes tienen la idea de que al enseñar están creando competencia, además, el maestro se deberá preparar para dedicar tiempo a enseñar y a confiar a otros su herramienta cara, específica y difícil de encontrar. También, a que le pueden echar a perder la madera.

“El conocimiento debería ser libre, por eso uno de mis proyecto de vida es recibir a jóvenes, especialmente a mujeres. Conozco a gente que quería aprender y se desanimó porque fue a 20 talleres y le dijeron que no”, añadió Majo.

ESPECIALIDAD

Las jóvenes lauderas explican que ellas no se dedican a la violería sino a la cuerda pulsada. Su especialidad es la guitarra clásica y cordófono latinoamericano. Crean y restauran cuatro venezolano, charango, bandola, cavaquinho y toda la familia de instrumentos jarochos, como requinto, jarana y leona.

Con respecto a los precios, apuntan que el trabajo de todos es respetable: “Los instrumentos baratos tienen su motivo y razón de existir. Tiene que haber mercado de diferentes calidades para ajustarse a las distintas necesidades”.

En el caso de Majo, dice que ella va por la calidad, explica por qué el precio, garantiza su trabajo y es considerada con los sentimientos y necesidades de sus clientes.

RED DE LAUDERAS

Isabel y Majo aseguran que las lauderas tienen su esencia, y los profesores lo dicen: “Se nota la mano, el toque. No es que sean mejores los hombres o las mujeres, pero sí hay esencias”.

Por el momento, ambas trabajan medio tiempo en otras áreas para poder sobrellevar la laudería y en un futuro se vislumbran dedicadas a ella al cien por ciento.

Ambas se consideran mujeres activas y solidarias en construcción de una hermandad. Por eso forman parte de la Red Lutherística, comunidad originada en 2020 que crea lazos de intercambio y solidaridad entre lauderas de Latinoamérica y el mundo.

A este grupo de 170 mujeres que fomentan el intercambio, profesionalización y visibilización de su trabajo se le puede conocer en Facebook e Instagram como @Lutheristica.

Todas coinciden en la necesidad de registrar en la historia su labor. Proponen cuestionar las estructuras patriarcales que rigen el oficio en la actualidad y reconstruirlo con una perspectiva propia desde la confluencia de opiniones y aportes en diversidad.

En México y el mundo, las lauderas son minoría y hay muchas de ellas a quienes se les invisibiliza por trabajar en talleres familiares o al lado de sus parejas, expresaron en entrevista las constructoras y reparadoras de instrumentos musicales María José Peláez Aguirre e Isabel Velázquez Landa.

“Desde el inicio de la construcción de instrumentos la mujer ha estado presente, pero es la hija de o la esposa de…, la que trabaja, lija y demás, pero no firma”, enfatizó la veracruzana Majo

A pesar de ello, ve el presente y el futuro con optimismo. El paso más importante para cualquier laudero ya lo dio, a sus 28 años cuenta con su propio taller, ubicado en Xalapa, donde ha radicado prácticamente toda su vida, aunque es nativa de Córdoba.

Uno de los objetivos de la egresada de la Escuela de Luthería —Universidad Nacional de Tucumán, Argentina— es continuar equipando su espacio y brindar estancias artísticas a otras mujeres, como Isabel, de la Ciudad de México, quien en un mes iniciará la especialidad en restauración de guitarra, en Bélgica.

Las lauderas coinciden en que están en un oficio-profesión con varias complejidades, como ser poco conocido, contar con pocos espacios y escuelas para aprender, tener que adquirir herramientas caras y, en algunos casos, enfrentarse al poco valor que se le da a su trabajo.

No obstante, declaran estar contentas y haber encontrado lo que realmente les apasiona: diseñar, crear, restaurar… Estar en contacto con la madera, sus texturas y olor es algo a lo que no están dispuestas a renunciar.

FORMACIÓN

Para ellas, la existencia de talleres de mujeres para mujeres es importante. A Majo, antes de estudiar profesionalmente, le tocó estar en lugares donde no se sentía cien por ciento cómoda.

“Como eran hombres, sentía cómo cambiaba el ambiente. Era como una especie de invasión a su espacio. Era el bicho raro”, expuso para luego compartir el dato de que en los 71 años de existencia de la Escuela de Luthería de Tucán, nunca ha dado clases una mujer.

Hay cuatro egresadas de esta licenciatura y hasta hoy no se han incorporado a la academia

Situación similar vivió Isabel: “Es difícil que haya quien quiera compartir lo que sabe, y sus herramientas. Finalmente, es adentrarte en sus procesos creativos, en algo muy íntimo”.

Piensa que hay quienes tienen la idea de que al enseñar están creando competencia, además, el maestro se deberá preparar para dedicar tiempo a enseñar y a confiar a otros su herramienta cara, específica y difícil de encontrar. También, a que le pueden echar a perder la madera.

“El conocimiento debería ser libre, por eso uno de mis proyecto de vida es recibir a jóvenes, especialmente a mujeres. Conozco a gente que quería aprender y se desanimó porque fue a 20 talleres y le dijeron que no”, añadió Majo.

ESPECIALIDAD

Las jóvenes lauderas explican que ellas no se dedican a la violería sino a la cuerda pulsada. Su especialidad es la guitarra clásica y cordófono latinoamericano. Crean y restauran cuatro venezolano, charango, bandola, cavaquinho y toda la familia de instrumentos jarochos, como requinto, jarana y leona.

Con respecto a los precios, apuntan que el trabajo de todos es respetable: “Los instrumentos baratos tienen su motivo y razón de existir. Tiene que haber mercado de diferentes calidades para ajustarse a las distintas necesidades”.

En el caso de Majo, dice que ella va por la calidad, explica por qué el precio, garantiza su trabajo y es considerada con los sentimientos y necesidades de sus clientes.

RED DE LAUDERAS

Isabel y Majo aseguran que las lauderas tienen su esencia, y los profesores lo dicen: “Se nota la mano, el toque. No es que sean mejores los hombres o las mujeres, pero sí hay esencias”.

Por el momento, ambas trabajan medio tiempo en otras áreas para poder sobrellevar la laudería y en un futuro se vislumbran dedicadas a ella al cien por ciento.

Ambas se consideran mujeres activas y solidarias en construcción de una hermandad. Por eso forman parte de la Red Lutherística, comunidad originada en 2020 que crea lazos de intercambio y solidaridad entre lauderas de Latinoamérica y el mundo.

A este grupo de 170 mujeres que fomentan el intercambio, profesionalización y visibilización de su trabajo se le puede conocer en Facebook e Instagram como @Lutheristica.

Todas coinciden en la necesidad de registrar en la historia su labor. Proponen cuestionar las estructuras patriarcales que rigen el oficio en la actualidad y reconstruirlo con una perspectiva propia desde la confluencia de opiniones y aportes en diversidad.

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