/ domingo 3 de marzo de 2024

Camionero escatológico

Relatos Dominicales

Cuando vi al chofer de ese autobús de pasajeros bajar con papel higiénico en mano jamás me imaginé lo que realmente haría. Mira, le dije a Hannah, una periodista de la agencia alemana de noticias Deutsche Welle, que me visitaba: este es el estadio Heriberto Jara Corona o “Estadio Xalapeño”. Lo inauguraron el 16 de septiembre de 1925 con la presencia del presidente Plutarco Elías Calles y el gobernador Heriberto Jara Corona. Esta obra arquitectónica, única en ese momento, fue ideada por el arquitecto Modesto C. Roland y en la obra participó activamente un señor llamado William K. Boone.

Seria, pero sonriente por cortesía, Hannah me contó que siendo una niña de brazos, sus padres la llevaron al Parque olímpico de Münich — Olympiapark München— construido para los juegos olímpicos de verano de 1972. “Todo lo que recuerdo es por las fotografías que tengo”, refrendó sonriente. De ahí, añadió, ha conocido muchos estadios en todo el mundo. No le tomé a mal el comentario, sabedor del talante germánico, pero ya no dije más de esta joya deportiva, histórica y cultural de nuestra ciudad.

Para dar un giro a la conversación, añadí que este estadio se convirtió en símbolo de la modernidad y de un movimiento literario que nació en esta ciudad, el Estridentismo. Al parecer eso le llamó más la atención. Germán List Arzubide, uno de los fundadores de este movimiento leyó ese día un texto que tituló “Construíd (sic) un ESTADIO. MENSAJE a la provincia”. Ahí, entre otras cosas, dijo: “Construid un estadio. Levantad como dos brazos que se tienden en llamada cordial para el futuro, la firmeza de esas herraduras de concreto sobre las que nuestro pueblo sienta temblar de renovada pasión, su corazón que aplaude la belleza en libertad”. “Levantad un estadio, como si levantárais (sic) el altar para una vida mejor y más fecunda de hombres buenos y fuertes”.

En eso estábamos, hablando de modernidad y glorias del pasado cuando notamos que el chofer que bajó del autobús con papel higiénico en mano se había metido como pudo debajo del mismo, para hacer sus necesidades fisiológicas. ¡Qué terrible pensé!, jalando del brazo a mi invitada, quien también, obviamente, estaba viendo toda la maniobra. Perdón, le dije, no me esperaba esta escena escatológica. ¿Escato qué?, me interrumpió doblemente sorprendida.

Sí, le dije: la palabra “escatología” viene del griego “eschatos” que significa “último” y “logos”, para referir “estudio” o “palabra”. En el lenguaje religioso se refiere al estudio de las creencias sobre el “más allá”, las llamadas “postrimerías”, el cielo, el infierno y así. En sentido fisiológico se refiere al estudio de la materia fecal o excrementos, los residuos o proceso final de la digestión.

Hannah soltó una carcajada. Yo no sabía qué más decir y cómo esconder el rubor del rostro. Vámonos de aquí, pero no me invites a comer pronto, señaló, en franca referencia a la nauseabunda escena de ese pobre hombre chorrillento debajo del camión que conducía. Mejor, añadí, sígueme enseñando palabras en alemán: “sí”, “Ja”; “No”, “Nein”; “Por favor”, “Bitte”; “Gracias”, “Danke”; “De nada”, “Gern geschehen”; “Hola”, “Hallo”; “Adiós”, “Machs gut, auf wiedersehen”. Y así, nos fuimos alejando del Estadio Xalapeño y de la escatológica escena de la que habíamos sido testigos.

Relatos Dominicales

Cuando vi al chofer de ese autobús de pasajeros bajar con papel higiénico en mano jamás me imaginé lo que realmente haría. Mira, le dije a Hannah, una periodista de la agencia alemana de noticias Deutsche Welle, que me visitaba: este es el estadio Heriberto Jara Corona o “Estadio Xalapeño”. Lo inauguraron el 16 de septiembre de 1925 con la presencia del presidente Plutarco Elías Calles y el gobernador Heriberto Jara Corona. Esta obra arquitectónica, única en ese momento, fue ideada por el arquitecto Modesto C. Roland y en la obra participó activamente un señor llamado William K. Boone.

Seria, pero sonriente por cortesía, Hannah me contó que siendo una niña de brazos, sus padres la llevaron al Parque olímpico de Münich — Olympiapark München— construido para los juegos olímpicos de verano de 1972. “Todo lo que recuerdo es por las fotografías que tengo”, refrendó sonriente. De ahí, añadió, ha conocido muchos estadios en todo el mundo. No le tomé a mal el comentario, sabedor del talante germánico, pero ya no dije más de esta joya deportiva, histórica y cultural de nuestra ciudad.

Para dar un giro a la conversación, añadí que este estadio se convirtió en símbolo de la modernidad y de un movimiento literario que nació en esta ciudad, el Estridentismo. Al parecer eso le llamó más la atención. Germán List Arzubide, uno de los fundadores de este movimiento leyó ese día un texto que tituló “Construíd (sic) un ESTADIO. MENSAJE a la provincia”. Ahí, entre otras cosas, dijo: “Construid un estadio. Levantad como dos brazos que se tienden en llamada cordial para el futuro, la firmeza de esas herraduras de concreto sobre las que nuestro pueblo sienta temblar de renovada pasión, su corazón que aplaude la belleza en libertad”. “Levantad un estadio, como si levantárais (sic) el altar para una vida mejor y más fecunda de hombres buenos y fuertes”.

En eso estábamos, hablando de modernidad y glorias del pasado cuando notamos que el chofer que bajó del autobús con papel higiénico en mano se había metido como pudo debajo del mismo, para hacer sus necesidades fisiológicas. ¡Qué terrible pensé!, jalando del brazo a mi invitada, quien también, obviamente, estaba viendo toda la maniobra. Perdón, le dije, no me esperaba esta escena escatológica. ¿Escato qué?, me interrumpió doblemente sorprendida.

Sí, le dije: la palabra “escatología” viene del griego “eschatos” que significa “último” y “logos”, para referir “estudio” o “palabra”. En el lenguaje religioso se refiere al estudio de las creencias sobre el “más allá”, las llamadas “postrimerías”, el cielo, el infierno y así. En sentido fisiológico se refiere al estudio de la materia fecal o excrementos, los residuos o proceso final de la digestión.

Hannah soltó una carcajada. Yo no sabía qué más decir y cómo esconder el rubor del rostro. Vámonos de aquí, pero no me invites a comer pronto, señaló, en franca referencia a la nauseabunda escena de ese pobre hombre chorrillento debajo del camión que conducía. Mejor, añadí, sígueme enseñando palabras en alemán: “sí”, “Ja”; “No”, “Nein”; “Por favor”, “Bitte”; “Gracias”, “Danke”; “De nada”, “Gern geschehen”; “Hola”, “Hallo”; “Adiós”, “Machs gut, auf wiedersehen”. Y así, nos fuimos alejando del Estadio Xalapeño y de la escatológica escena de la que habíamos sido testigos.

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