/ martes 12 de marzo de 2024

Despertares

Jesús Reyes Heroles, el político más lúcido de la segunda mitad del siglo XX, alertaba: “No hay que despertar al México Bronco”. Sabía de lo que hablaba. Décadas antes, desde el Ipiranga, el barco que lo llevó a su exilio, Porfirio Díaz alertaba: “Ya soltaron al tigre, a ver quién lo vuelve a encerrar”. Encerrarlo nos llevó dos décadas y un millón de muertos.

La corrupción, la incompetencia y el oscuro pacto con el crimen organizado de Morena y sus gobiernos, están destruyendo aceleradamente la gobernabilidad del país.

Cientos de miles de mujeres agraviadas inundaron las plazas del país. Ayotzinapa vuelve a encenderse. Guerrero es un estado fallido. Hay 23 candidatos o aspirantes a serlo ejecutados en el proceso electoral. Las autopistas del país son ruletas rusas. El homicidio es la principal causa de muerte de jóvenes de 15 a 35 años. Cada semana salen pruebas de corrupción oficial y sus ya inocultables ligas con el hampa.

Los brotes de una indignación mayúscula surgen por todo el territorio nacional. Las campañas electorales son siempre calientes. Elevar aún más la temperatura en este caldo de cultivo es inevitable, pero peligroso.

Está claro que el país ya no tiene gobierno. El Presidente no posee un gabinete profesional y competente. Se sostiene de una base comprada y del apoyo de las fuerzas armadas, ignorando el consejo de Talleyrand: “las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas”.

Hay una caída continua de la aprobación presidencial que ya no se detendrá. La corcholata oficial acepta su papel de reparto y se esconde. Se niega a participar en cualquier diálogo. Demanda ser escuchada, cada vez con menos fortuna: los estadios se vacían porque, diría José Alfredo, el cariño comprado no sabe ser fiel.

La única salida pacífica y democrática a la descomposición es que la campaña de Xóchitl Gálvez conecte con ese México agraviado, lastimado, afligido.

Su arranque ha sido bueno. Va a todas. Enfrenta. Recupera sus reflejos. Impone la agenda. Ataca. Sella una etiqueta brutal al Presidente que se va. No obstante, deberá aún despertar la esperanza, el consuelo y la credulidad del país de víctimas en el que hemos convertido a este país.

Sheinbaum no puede ser un cauce para el México bronco porque está permitiendo que la envuelvan en una camisa de fuerza de continuismo que puede ser fatal.

No rompe. No puede o no quiere. No propone sino más de lo mismo que ha provocado el caos.

Clona la estrategia de su jefe en 2006. Cancela encuentros con banqueros, con estudiantes, con ganaderos. Prefiere la ovación ficticia del mitin porque, cree, debe administrar su ventaja.

Pero en 2006, López Obrador perdió una brecha de 14 puntos que llevaba sobre Calderón y fue derrotado en las urnas. No cabe duda. Está será la elección más importante de la historia.

El México bronco se despereza. Está despertando. Sólo un voto masivo en favor del cambio podrá volver a hacerle descansar.

@fvazquezrig

Jesús Reyes Heroles, el político más lúcido de la segunda mitad del siglo XX, alertaba: “No hay que despertar al México Bronco”. Sabía de lo que hablaba. Décadas antes, desde el Ipiranga, el barco que lo llevó a su exilio, Porfirio Díaz alertaba: “Ya soltaron al tigre, a ver quién lo vuelve a encerrar”. Encerrarlo nos llevó dos décadas y un millón de muertos.

La corrupción, la incompetencia y el oscuro pacto con el crimen organizado de Morena y sus gobiernos, están destruyendo aceleradamente la gobernabilidad del país.

Cientos de miles de mujeres agraviadas inundaron las plazas del país. Ayotzinapa vuelve a encenderse. Guerrero es un estado fallido. Hay 23 candidatos o aspirantes a serlo ejecutados en el proceso electoral. Las autopistas del país son ruletas rusas. El homicidio es la principal causa de muerte de jóvenes de 15 a 35 años. Cada semana salen pruebas de corrupción oficial y sus ya inocultables ligas con el hampa.

Los brotes de una indignación mayúscula surgen por todo el territorio nacional. Las campañas electorales son siempre calientes. Elevar aún más la temperatura en este caldo de cultivo es inevitable, pero peligroso.

Está claro que el país ya no tiene gobierno. El Presidente no posee un gabinete profesional y competente. Se sostiene de una base comprada y del apoyo de las fuerzas armadas, ignorando el consejo de Talleyrand: “las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas”.

Hay una caída continua de la aprobación presidencial que ya no se detendrá. La corcholata oficial acepta su papel de reparto y se esconde. Se niega a participar en cualquier diálogo. Demanda ser escuchada, cada vez con menos fortuna: los estadios se vacían porque, diría José Alfredo, el cariño comprado no sabe ser fiel.

La única salida pacífica y democrática a la descomposición es que la campaña de Xóchitl Gálvez conecte con ese México agraviado, lastimado, afligido.

Su arranque ha sido bueno. Va a todas. Enfrenta. Recupera sus reflejos. Impone la agenda. Ataca. Sella una etiqueta brutal al Presidente que se va. No obstante, deberá aún despertar la esperanza, el consuelo y la credulidad del país de víctimas en el que hemos convertido a este país.

Sheinbaum no puede ser un cauce para el México bronco porque está permitiendo que la envuelvan en una camisa de fuerza de continuismo que puede ser fatal.

No rompe. No puede o no quiere. No propone sino más de lo mismo que ha provocado el caos.

Clona la estrategia de su jefe en 2006. Cancela encuentros con banqueros, con estudiantes, con ganaderos. Prefiere la ovación ficticia del mitin porque, cree, debe administrar su ventaja.

Pero en 2006, López Obrador perdió una brecha de 14 puntos que llevaba sobre Calderón y fue derrotado en las urnas. No cabe duda. Está será la elección más importante de la historia.

El México bronco se despereza. Está despertando. Sólo un voto masivo en favor del cambio podrá volver a hacerle descansar.

@fvazquezrig