/ miércoles 24 de abril de 2024

A seis años de soltar al "tigre"

En estos tiempos electorales no podemos dejar de reflexionar sobre lo que se propone y lo que se omite. En el llamado "espectro político" que se presenta a los mexicanos para escoger a quienes se encargarán de la siguiente administración.

Menuda paradoja. No sin razón, a diestra y siniestra, incluidas las protagonistas, hay quejas por el formato del debate. Pero, pese a su rigidez y estrechez, el desangelado encuentro dejó ver la pasta y el perfil de los dos principales contendientes, enfadando por distintos motivos a sus respectivos impulsores que, en el fondo, se sienten dueños o patrocinadores de ellas.

La secuela del debate se está dando hacia adentro, no hacia afuera de las fuerzas y personalidades que amparan a las abanderadas. Ahora falta por ver de qué tan buen o mal modo llevan a cabo los deslindes y ajustes en las estrategias al interior de las coaliciones confrontadas. Falta mucho por ver.

Desde el ángulo que se le quiera ver, la competencia por la presidencia de México tendrá un final de fotografía. Como en las mejores tradiciones de los grandes hipódromos, la carrera será cabeza a cabeza.

A menos de dos meses de las elecciones es necesario cambiar la estrategia, dar un golpe de timón, apretar las tuercas necesarias y realizar ajustes para que la candidata de Fuerza y Corazón por México no quede abandonada y a la deriva en medio de una carrera que parece llegar al sprint final.

Nos comentan que habrá cambios de fondo en el equipo de Xóchitl Gálvez. Ojalá los cambios impliquen, además de revisar la estrategia, incorporar a alguien que sepa ganar contiendas. La política es el arte de entender los momentos y las circunstancias. Quien lee mejor los tiempos logra mejores resultados. El problema es que pocos han aprendido la virtud de la paciencia, muchas veces la mejor estrategia es esperar. En política no hay nada seguro.

Sí, apenas han transcurrido poco más de dos semanas desde que se llevó a cabo el primer debate de quienes pretenden ser ungidos con la banda presidencial. En efecto, un pestañeo desde que pudimos observar y quizá, analizar esa pequeña radiografía de la personalidad de Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez. Días que, en términos políticos y desde la subjetividad propia de estas lides electorales, se han percibido como si fueran una vorágine que no tiene fin. Vamos del absurdo a la sonrisa que nos provoca el cinismo de la clase política.

Si bien las expectativas del debate podrían ser muy exageradas, incluso ingenuas, no dejaba de considerarse como una primera oportunidad para analizar, en un momento propicio para el desenfado o la iracundia, las reacciones, los movimientos y la capacidad comunicativa de cada uno de dichos personajes. Nos fue posible observar sus expresiones, el acento en cada una de sus palabras y principalmente, la capacidad argumentativa y la claridad de ideas que las que se debía hacer alarde a lo largo de los casi cien minutos de esta suerte de puesta en escena.

Y, bajo la mirada y los intereses de cada espectador o espectadora, se comenzaba a fraguar la narrativa, el discurso y el guion que imperaría apenas se diera por concluido el famoso debate. Sin embargo, las notas y los subrayados no radicaron especialmente en las tres figuras que aspiran a la Presidencia eso es justamente lo que debería salir de los paréntesis. Cada uno tendrá sus conclusiones acerca de ese movimiento. Hay quienes preguntan triunfos, proclamando loas hasta la náusea, o aquellos que señalan lo irritante que es el olor a la derrota.

En estos tiempos electorales no podemos dejar de reflexionar sobre lo que se propone y lo que se omite. En el llamado "espectro político" que se presenta a los mexicanos para escoger a quienes se encargarán de la siguiente administración.

Menuda paradoja. No sin razón, a diestra y siniestra, incluidas las protagonistas, hay quejas por el formato del debate. Pero, pese a su rigidez y estrechez, el desangelado encuentro dejó ver la pasta y el perfil de los dos principales contendientes, enfadando por distintos motivos a sus respectivos impulsores que, en el fondo, se sienten dueños o patrocinadores de ellas.

La secuela del debate se está dando hacia adentro, no hacia afuera de las fuerzas y personalidades que amparan a las abanderadas. Ahora falta por ver de qué tan buen o mal modo llevan a cabo los deslindes y ajustes en las estrategias al interior de las coaliciones confrontadas. Falta mucho por ver.

Desde el ángulo que se le quiera ver, la competencia por la presidencia de México tendrá un final de fotografía. Como en las mejores tradiciones de los grandes hipódromos, la carrera será cabeza a cabeza.

A menos de dos meses de las elecciones es necesario cambiar la estrategia, dar un golpe de timón, apretar las tuercas necesarias y realizar ajustes para que la candidata de Fuerza y Corazón por México no quede abandonada y a la deriva en medio de una carrera que parece llegar al sprint final.

Nos comentan que habrá cambios de fondo en el equipo de Xóchitl Gálvez. Ojalá los cambios impliquen, además de revisar la estrategia, incorporar a alguien que sepa ganar contiendas. La política es el arte de entender los momentos y las circunstancias. Quien lee mejor los tiempos logra mejores resultados. El problema es que pocos han aprendido la virtud de la paciencia, muchas veces la mejor estrategia es esperar. En política no hay nada seguro.

Sí, apenas han transcurrido poco más de dos semanas desde que se llevó a cabo el primer debate de quienes pretenden ser ungidos con la banda presidencial. En efecto, un pestañeo desde que pudimos observar y quizá, analizar esa pequeña radiografía de la personalidad de Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez. Días que, en términos políticos y desde la subjetividad propia de estas lides electorales, se han percibido como si fueran una vorágine que no tiene fin. Vamos del absurdo a la sonrisa que nos provoca el cinismo de la clase política.

Si bien las expectativas del debate podrían ser muy exageradas, incluso ingenuas, no dejaba de considerarse como una primera oportunidad para analizar, en un momento propicio para el desenfado o la iracundia, las reacciones, los movimientos y la capacidad comunicativa de cada uno de dichos personajes. Nos fue posible observar sus expresiones, el acento en cada una de sus palabras y principalmente, la capacidad argumentativa y la claridad de ideas que las que se debía hacer alarde a lo largo de los casi cien minutos de esta suerte de puesta en escena.

Y, bajo la mirada y los intereses de cada espectador o espectadora, se comenzaba a fraguar la narrativa, el discurso y el guion que imperaría apenas se diera por concluido el famoso debate. Sin embargo, las notas y los subrayados no radicaron especialmente en las tres figuras que aspiran a la Presidencia eso es justamente lo que debería salir de los paréntesis. Cada uno tendrá sus conclusiones acerca de ese movimiento. Hay quienes preguntan triunfos, proclamando loas hasta la náusea, o aquellos que señalan lo irritante que es el olor a la derrota.