/ miércoles 24 de marzo de 2021

Su infancia no fue fácil pero aprendió a valorarse con la aceptación de su familia

De su madre recibió la misma educación que sus hermanos, sin cuestionamientos, porque “lo que se ve no se juzga”

Desde que estaba en el jardín de niños, a Jesús Martínez le gustaba jugar con las niñas y a las muñecas, lo que le convirtió desde entonces en el centro de las burlas de sus compañeros, lo que no entendía y lo hacían sentirse confundido. Las burlas, acoso y bullying se repitieron durante los años siguientes en la primaria, durante la secundaria y en la preparatoria. Eso lo convirtió en un ser respetuoso y tolerante.

El apoyo y amor de su familia: padres y hermanos ha sido fundamental para sentirse querido por la persona que es y no por su inclinación sexual. De su madre recibió la misma educación que sus hermanos, sin cuestionamientos, porque “lo que se ve no se juzga”, dice.

Recuerda haber tenido su primera pelea a golpes con un compañero en cuarto grado porque ya estaba a su límite y no aguantaba más burlas. Hasta ese momento no sabía ni se explicaba el porqué de tanto acoso, fue hasta la secundaria cuando empezó a entender que su forma de ser “diferente” al resto de los niños no era bien visto en su lugar de origen, que es un pueblo conservador y tradicional.

Todo ello dificultó su propio proceso para aceptarse, aunado a los preceptos católicos que advierten castigos si se actúa de una manera o de otra.

A su ingreso a la Universidad en Xalapa, las cosas cambiaron porque se encontró con un ambiente más abierto e inclusivo, en el que sus compañeros no le temían a la diversidad sexual, esa aceptación hizo que él revalorara su persona.

La aceptación provenía de gente joven porque las personas mayores lo seguían viendo raro, por su misma condición y forma de ver el mundo, por lo que tuvo que aprender a sobrellevarlos y a trabajar la tolerancia, “no puedo pedirla si no la doy”, apunta.

Sabe que así como mucha gente lo quiere y lo respeta, hay mucha otra en la que genera rechazo, sin embargo “yo así me tengo que aceptar, porque no puedo cambiar, es algo que no decidí, así soy y mucha gente no lo entiende”.

Ha sido un proceso difícil, indicó, pero ha logrado adaptarse, ganarse su lugar, gracias a que su madre lo educó y nunca lo cuestionó, al igual que su padre y hermanos, de quienes nunca recibió un comentario fuera de lugar ni una falta de respeto. Todo ello le fortalecieron para hablar con ellos a los 29 años sobre su preferencia sexual, y entonces pudo presentarles a su pareja, lo mismo que a sus tíos y primos, quienes lo recibieron muy bien.

Esta actitud de parte de su familia le hizo alejar los miedos, el rechazo, la impotencia, y la soledad con los que había crecido. Hoy, a sus 34 años, se asume como un hombre fuerte, que ha aprendido mucho del amor, de las relaciones interpersonales, en las que lo mismo ha encontrado cosas malas pero también algunas muy rescatables.

Ha aprendido a quererse, a reconocer sus errores, y a transitar por un momento emocionalmente muy tranquilo en el que también ha aprendido a soltarse. Espiritualmente está más tranquilo, confiado y receptivo a las energías positivas, concluye.

Desde que estaba en el jardín de niños, a Jesús Martínez le gustaba jugar con las niñas y a las muñecas, lo que le convirtió desde entonces en el centro de las burlas de sus compañeros, lo que no entendía y lo hacían sentirse confundido. Las burlas, acoso y bullying se repitieron durante los años siguientes en la primaria, durante la secundaria y en la preparatoria. Eso lo convirtió en un ser respetuoso y tolerante.

El apoyo y amor de su familia: padres y hermanos ha sido fundamental para sentirse querido por la persona que es y no por su inclinación sexual. De su madre recibió la misma educación que sus hermanos, sin cuestionamientos, porque “lo que se ve no se juzga”, dice.

Recuerda haber tenido su primera pelea a golpes con un compañero en cuarto grado porque ya estaba a su límite y no aguantaba más burlas. Hasta ese momento no sabía ni se explicaba el porqué de tanto acoso, fue hasta la secundaria cuando empezó a entender que su forma de ser “diferente” al resto de los niños no era bien visto en su lugar de origen, que es un pueblo conservador y tradicional.

Todo ello dificultó su propio proceso para aceptarse, aunado a los preceptos católicos que advierten castigos si se actúa de una manera o de otra.

A su ingreso a la Universidad en Xalapa, las cosas cambiaron porque se encontró con un ambiente más abierto e inclusivo, en el que sus compañeros no le temían a la diversidad sexual, esa aceptación hizo que él revalorara su persona.

La aceptación provenía de gente joven porque las personas mayores lo seguían viendo raro, por su misma condición y forma de ver el mundo, por lo que tuvo que aprender a sobrellevarlos y a trabajar la tolerancia, “no puedo pedirla si no la doy”, apunta.

Sabe que así como mucha gente lo quiere y lo respeta, hay mucha otra en la que genera rechazo, sin embargo “yo así me tengo que aceptar, porque no puedo cambiar, es algo que no decidí, así soy y mucha gente no lo entiende”.

Ha sido un proceso difícil, indicó, pero ha logrado adaptarse, ganarse su lugar, gracias a que su madre lo educó y nunca lo cuestionó, al igual que su padre y hermanos, de quienes nunca recibió un comentario fuera de lugar ni una falta de respeto. Todo ello le fortalecieron para hablar con ellos a los 29 años sobre su preferencia sexual, y entonces pudo presentarles a su pareja, lo mismo que a sus tíos y primos, quienes lo recibieron muy bien.

Esta actitud de parte de su familia le hizo alejar los miedos, el rechazo, la impotencia, y la soledad con los que había crecido. Hoy, a sus 34 años, se asume como un hombre fuerte, que ha aprendido mucho del amor, de las relaciones interpersonales, en las que lo mismo ha encontrado cosas malas pero también algunas muy rescatables.

Ha aprendido a quererse, a reconocer sus errores, y a transitar por un momento emocionalmente muy tranquilo en el que también ha aprendido a soltarse. Espiritualmente está más tranquilo, confiado y receptivo a las energías positivas, concluye.

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