/ viernes 3 de diciembre de 2021

A. tres años

Para finales del siglo anterior y principios de este que estamos cursando, nuestro país se diluía en una realidad que no correspondía a la naturaleza propia de nuestra raza ni de nuestra cultura, México se sumía en una corrupción e impunidad que se aderezaba con la simulación de una transición, que en el mejor de los casos quedó como una anécdota política ramplona en exceso.

A la par de esta circunstancia y creado por ella misma, surge la figura de un reformador, Andrés Manuel López Obrador, político que desde entonces expresaba su lucha contra estos dos flagelos y quien se perfilaba como el creador de sistemas que asistían de forma eficaz a los más pobres, pero al mismo tiempo tenía que enfrentar a una poderosa maquinaria, interior y exterior, que gozaba de todos los privilegios que el neoliberalismo otorga solo a un puñado de rapaces, quienes se veían y sentían amenazados por quien planteaba a su modo una reforma, o más bien una transformación.

Todos recordamos al clásico Nicolás Maquiavelo, él reflexionaba y decía que el reformador siempre corre un riesgo enorme, porque toda refundación conlleva dos efectos; uno inmediato, que es quitar privilegios a quienes los tienen y no van a dejar que nadie venga a quitárselos (conservadores les decimos aquí), y por otro lado, una sociedad impaciente por observar en el corto plazo los cambios que plantea el reformador.

Sin embargo, en nuestra sociedad la reflexión que genera una regla en el caso de Maquiavelo, no se cumple del todo, ¿por qué razón? Varias personales y circunstanciales del reformador, una tal vez subjetiva pero importante, la constancia del hoy Presidente, que él la resalta como insistencia, como no rendirse. Ya en otras ocasiones hemos hecho en este espacio mención de todo lo que ha enfrentado, prácticamente cualquier trampa, tropelía, zancadilla, todo, y nada en absoluto lo ha detenido.

En su emotivo discurso del tercer año de gobierno lo dijo: es momento de seguir firmes, de no zigzaguear, estar bien definidos en los ideales y convicciones. Quienes hemos tenido a bien seguir su trayectoria, podemos dar fe que desde hace más de 20 años su lucha ha sido firme, su discurso en absoluto muy bien definido y sus actos aun más claros. Esta situación le ayuda a adaptarse a dos circunstancias que le hacen bien a su causa, el absoluto agotamiento del sistema neoliberal, 32 años de abusos y de generar un país muy desigual, donde la corrupción y la impunidad estaban en niveles escandalosos que le permitieron enfrentar, tal vez en poco más de una década, un sistema decadente por sí solo, pero que requería ser evidenciado, no solo por él, sino por una sociedad, que es la que tenía que despertar, y pienso que aquí está su mayor logro, y lo hizo saber el pasado 1 de diciembre: “Pueden darle marcha atrás a lo material, pero no van a poder cambiar la conciencia que ha tomado en este tiempo el pueblo de México”.

Esta es la situación que hizo polvo a la oposición en los últimos tres años, la auténtica revolución de las conciencias que ocurrió en cada rincón de este país y que lo tiene a él con el 71% de aceptación, según las publicaciones más serias de occidente y del propio México. Fuimos juntos, dijo palabras más palabras menos, los que logramos este despertar de las conciencias, que es prácticamente irreversible, entonces todo esto no permitió lo que Maquiavelo sentenciaba, ni una reacción sólida ni contundente de los conservadores, ni tampoco una desesperación de quienes ansían los cambios en el corto plazo.

Por un lado la oposición hasta se adelanta a sus derrotas cantándolas, en algunos casos, y por otro la sociedad ha entendido que estamos en un proceso, en el proceso de cimentación de un México más justo y más digno como el que todos soñamos. Por lo tanto, el reformador no está sufriendo, pienso que por el contrario, él dejó de ser él y pasó a eternizarse en el movimiento, el movimiento lo ha rebasado en función de su eficacia. La consecuencia de todo esto será que vienen buenos años para México, vienen con la consolidación de un régimen que es lo más cercano a lo ideal, a lo que lograron José Martí, Mahatma Gandhi, Rigoberta Menchú, Benito Juárez, Abraham Lincoln, entre otros. Este presidente se transforma en estadista y sus ideas ya son propias de todo un pueblo, es un movimiento que está consolidándose aquí, en nuestro México, y ello está haciendo época.

(*) Diputado federal. Morena

Para finales del siglo anterior y principios de este que estamos cursando, nuestro país se diluía en una realidad que no correspondía a la naturaleza propia de nuestra raza ni de nuestra cultura, México se sumía en una corrupción e impunidad que se aderezaba con la simulación de una transición, que en el mejor de los casos quedó como una anécdota política ramplona en exceso.

A la par de esta circunstancia y creado por ella misma, surge la figura de un reformador, Andrés Manuel López Obrador, político que desde entonces expresaba su lucha contra estos dos flagelos y quien se perfilaba como el creador de sistemas que asistían de forma eficaz a los más pobres, pero al mismo tiempo tenía que enfrentar a una poderosa maquinaria, interior y exterior, que gozaba de todos los privilegios que el neoliberalismo otorga solo a un puñado de rapaces, quienes se veían y sentían amenazados por quien planteaba a su modo una reforma, o más bien una transformación.

Todos recordamos al clásico Nicolás Maquiavelo, él reflexionaba y decía que el reformador siempre corre un riesgo enorme, porque toda refundación conlleva dos efectos; uno inmediato, que es quitar privilegios a quienes los tienen y no van a dejar que nadie venga a quitárselos (conservadores les decimos aquí), y por otro lado, una sociedad impaciente por observar en el corto plazo los cambios que plantea el reformador.

Sin embargo, en nuestra sociedad la reflexión que genera una regla en el caso de Maquiavelo, no se cumple del todo, ¿por qué razón? Varias personales y circunstanciales del reformador, una tal vez subjetiva pero importante, la constancia del hoy Presidente, que él la resalta como insistencia, como no rendirse. Ya en otras ocasiones hemos hecho en este espacio mención de todo lo que ha enfrentado, prácticamente cualquier trampa, tropelía, zancadilla, todo, y nada en absoluto lo ha detenido.

En su emotivo discurso del tercer año de gobierno lo dijo: es momento de seguir firmes, de no zigzaguear, estar bien definidos en los ideales y convicciones. Quienes hemos tenido a bien seguir su trayectoria, podemos dar fe que desde hace más de 20 años su lucha ha sido firme, su discurso en absoluto muy bien definido y sus actos aun más claros. Esta situación le ayuda a adaptarse a dos circunstancias que le hacen bien a su causa, el absoluto agotamiento del sistema neoliberal, 32 años de abusos y de generar un país muy desigual, donde la corrupción y la impunidad estaban en niveles escandalosos que le permitieron enfrentar, tal vez en poco más de una década, un sistema decadente por sí solo, pero que requería ser evidenciado, no solo por él, sino por una sociedad, que es la que tenía que despertar, y pienso que aquí está su mayor logro, y lo hizo saber el pasado 1 de diciembre: “Pueden darle marcha atrás a lo material, pero no van a poder cambiar la conciencia que ha tomado en este tiempo el pueblo de México”.

Esta es la situación que hizo polvo a la oposición en los últimos tres años, la auténtica revolución de las conciencias que ocurrió en cada rincón de este país y que lo tiene a él con el 71% de aceptación, según las publicaciones más serias de occidente y del propio México. Fuimos juntos, dijo palabras más palabras menos, los que logramos este despertar de las conciencias, que es prácticamente irreversible, entonces todo esto no permitió lo que Maquiavelo sentenciaba, ni una reacción sólida ni contundente de los conservadores, ni tampoco una desesperación de quienes ansían los cambios en el corto plazo.

Por un lado la oposición hasta se adelanta a sus derrotas cantándolas, en algunos casos, y por otro la sociedad ha entendido que estamos en un proceso, en el proceso de cimentación de un México más justo y más digno como el que todos soñamos. Por lo tanto, el reformador no está sufriendo, pienso que por el contrario, él dejó de ser él y pasó a eternizarse en el movimiento, el movimiento lo ha rebasado en función de su eficacia. La consecuencia de todo esto será que vienen buenos años para México, vienen con la consolidación de un régimen que es lo más cercano a lo ideal, a lo que lograron José Martí, Mahatma Gandhi, Rigoberta Menchú, Benito Juárez, Abraham Lincoln, entre otros. Este presidente se transforma en estadista y sus ideas ya son propias de todo un pueblo, es un movimiento que está consolidándose aquí, en nuestro México, y ello está haciendo época.

(*) Diputado federal. Morena