/ miércoles 8 de mayo de 2024

Empezamos a ver nuestros nuevos matices al espejo

La realidad termina por imponerse a pesar de nuestra magnífica capacidad para mirar hacia otro lado, siempre es más fácil no observar aquello que incomoda, que duele y que en muchos casos, se ha convertido en un lastre para quienes creen que vivimos en medio de una fantasía creada, día con día.

Así, no hay tema menor cuando se trata de comprender lo que sucede en nuestro país. Si algo hemos aprendido durante este sexenio es a percatarnos que en cuanto existe un movimiento coordinado en los medios de comunicación, en las redes sociales, incluso, en las pláticas cotidianas, para desacreditar y banalizar un dato, un señalamiento o una noticia, es porque se ha revelado una cuarteadura en ese mundo imaginario que es sostenido por las dádivas y el fanatismo.

Por ello, el tema y las repercusiones de una imagen que circuló durante estos últimos días no deja de ser algo que ilustra esa capacidad de caricaturización de quienes son afines al presente gobierno y, por supuesto, también de esas muchas otras personas que no pierden la oportunidad de montar un espectáculo cuya banalidad es ejemplar.

No se necesita tener una preparación muy especializada para darse cuenta de la provocación y los equívocos que implica dicha imagen y cada una de las palabras que coronan el despropósito. No obstante, lo que ha resultado ejemplar es el cauce que ha tomado esta discusión a partir de los argumentos desarrollados por el coro oficialista para restarle importancia y descalificar todo análisis que implique hacer alusión de aquello que es el mayor lastre de este sexenio, sí, es mantener en la mesa de la discusión la violencia, las omisiones y el cinismo que implica el engaño del espejismo de una felicidad decretada desde el púlpito.

Así, mientras las voces más preciadas del oficialismo con este tufo de superioridad que es característico de quienes se presumen en "el lado correcto de la historia", pretender dictar cátedra acerca del humor y los llamados memes, para muchas otras personas no existe nada gracioso que señalar ni celebrar cuando la protagonista es la muerte. Se ha planteado que, en sí misma la imagen plantea una amenaza, una apología del delito, la referencia a un culto o simplemente, un humor envilecido. Pero lo que resulta innegable es que, más allá de la postura política, es latente su perversión, que nos recuerda en el país en el que habitamos.

No, el tema no es una camiseta que, en efecto, tiene el poder de calificar a quien la porta. Lo importante es señalar que esta administración ha menospreciado todo aquello que es un referente a su propio fracaso; somos un país en el que es normal hallar fosas comunes, escuchar cómo crece la cantidad de homicidio semana con semana, los asesinatos de periodistas y de candidatos, vaya paradoja, que no se olvide quiénes caricaturizaron a los padres y madres de niños y niñas que padecen cáncer.

Todo esto es lo que no se puede olvidar y, mucho menos, permitir que se coloque en la mesa de la banalidad por la que apuesta este sexenio. Lo frívolo es una camiseta, sin embargo, lo cuestionable es la postura de su candidata que, ante la tragedia que implican dichas estadísticas y en el dolor, han apostado por la trivialidad y banalización. Mientras tanto, la realidad termina por imponerse sobre nuestros ojos, en la calle, en nuestras mesas.

Las voces de las candidatas han resonado con una intensidad que refleja más que un mero debate electoral. Las voces, pero, sobre todo, las palabras, sus palabras han vibrado con el tono amargo de la confrontación.

La realidad termina por imponerse a pesar de nuestra magnífica capacidad para mirar hacia otro lado, siempre es más fácil no observar aquello que incomoda, que duele y que en muchos casos, se ha convertido en un lastre para quienes creen que vivimos en medio de una fantasía creada, día con día.

Así, no hay tema menor cuando se trata de comprender lo que sucede en nuestro país. Si algo hemos aprendido durante este sexenio es a percatarnos que en cuanto existe un movimiento coordinado en los medios de comunicación, en las redes sociales, incluso, en las pláticas cotidianas, para desacreditar y banalizar un dato, un señalamiento o una noticia, es porque se ha revelado una cuarteadura en ese mundo imaginario que es sostenido por las dádivas y el fanatismo.

Por ello, el tema y las repercusiones de una imagen que circuló durante estos últimos días no deja de ser algo que ilustra esa capacidad de caricaturización de quienes son afines al presente gobierno y, por supuesto, también de esas muchas otras personas que no pierden la oportunidad de montar un espectáculo cuya banalidad es ejemplar.

No se necesita tener una preparación muy especializada para darse cuenta de la provocación y los equívocos que implica dicha imagen y cada una de las palabras que coronan el despropósito. No obstante, lo que ha resultado ejemplar es el cauce que ha tomado esta discusión a partir de los argumentos desarrollados por el coro oficialista para restarle importancia y descalificar todo análisis que implique hacer alusión de aquello que es el mayor lastre de este sexenio, sí, es mantener en la mesa de la discusión la violencia, las omisiones y el cinismo que implica el engaño del espejismo de una felicidad decretada desde el púlpito.

Así, mientras las voces más preciadas del oficialismo con este tufo de superioridad que es característico de quienes se presumen en "el lado correcto de la historia", pretender dictar cátedra acerca del humor y los llamados memes, para muchas otras personas no existe nada gracioso que señalar ni celebrar cuando la protagonista es la muerte. Se ha planteado que, en sí misma la imagen plantea una amenaza, una apología del delito, la referencia a un culto o simplemente, un humor envilecido. Pero lo que resulta innegable es que, más allá de la postura política, es latente su perversión, que nos recuerda en el país en el que habitamos.

No, el tema no es una camiseta que, en efecto, tiene el poder de calificar a quien la porta. Lo importante es señalar que esta administración ha menospreciado todo aquello que es un referente a su propio fracaso; somos un país en el que es normal hallar fosas comunes, escuchar cómo crece la cantidad de homicidio semana con semana, los asesinatos de periodistas y de candidatos, vaya paradoja, que no se olvide quiénes caricaturizaron a los padres y madres de niños y niñas que padecen cáncer.

Todo esto es lo que no se puede olvidar y, mucho menos, permitir que se coloque en la mesa de la banalidad por la que apuesta este sexenio. Lo frívolo es una camiseta, sin embargo, lo cuestionable es la postura de su candidata que, ante la tragedia que implican dichas estadísticas y en el dolor, han apostado por la trivialidad y banalización. Mientras tanto, la realidad termina por imponerse sobre nuestros ojos, en la calle, en nuestras mesas.

Las voces de las candidatas han resonado con una intensidad que refleja más que un mero debate electoral. Las voces, pero, sobre todo, las palabras, sus palabras han vibrado con el tono amargo de la confrontación.