/ domingo 18 de febrero de 2024

La conversión del corazón

No puedo detenerme aquí a analizar todas las cuestiones que abarcan al ser humano, ni pretendo proponer proyectos o acciones exhaustivas que permitan su plena realización. Solo me detendré, según mi juicio, a mencionar lo esencial, la conversión del corazón del hombre a Dios.

En la cultura actual surgen nuevas corrientes que abren la posibilidad a un cambio de vida, incluso con una falsa visión tan difundida en nuestros días que brinda una posibilidad de hacer a un lado la fe y la ciencia para alcanzar la realización, la cual, con el tiempo, queda frustrada en el camino. El cambio del cual estoy hablando es otro, aprovecho para mencionar que “Dios no es solo la suma verdad, Él es también la suma bondad y la suprema belleza”. La sociedad tiene necesidad de hombres nuevos al igual que necesita el aire, el agua y los alimentos. A través de aquella forma tan sublime “aún es tiempo, cambiemos”, porque no puede haber sociedad nueva si no hay hombres nuevos. ¡Empecemos entonces!

Esta conversión es la cosa más difícil de obtener, sin embargo, empecemos reconociendo los actos de mal juicio que hemos realizado, ya que arrepentirnos es fundamental para lograr este propósito. En efecto, solo la honestidad y la humildad de reconocer las faltas hace reorientar nuestra vida hacia la posibilidad de una vida plena.

En un contexto en el que uno se desvía de lo que es malo y se vuelve a Dios, la respuesta del hombre exige una conversión y, a lo largo de la vida, una actitud disponible, ordenada deliberadamente a Dios. Es necesario fijar el corazón en Él, es decir, después de analizarse, cambiar de rumbo, de volver, de hacer marcha atrás, de volver uno sobre sus pasos.

Esto define lo esencial que es la conversión, pues implica un cambio de conducta, una orientación o reorientación del comportamiento humano, hoy urgido por toda la sociedad. Ahora se me viene a la mente una palabra rimbombante “La metanoia”, que es el cambio de mentalidad como una trasformación profunda de corazón y de mente a manera positiva, partiendo de un examen de toda actividad vital.

En nuestra manera de hablar el corazón evoca la vida afectiva, por tanto, hay que considerar también que en él se albergan los recuerdos, los pensamientos, los proyectos y las decisiones. Por ello, decimos que tenemos un corazón para pensar, para gobernar y si se encuentra endurecido no podrá cambiar. En efecto, se requiere abrir el corazón para entrar en esa conversión. “El corazón es la sede de la personalidad moral”, ya que de él salen las intenciones malas, si te mantienes en la inocencia serás como los niños que ignoran el mal, para que éste no te alcance.

A manera de conclusión, la conversión del corazón viene a ser el núcleo de la vida en la fe, como un momento de elección por parte del hombre, la palabra metanoia desborda, con mucho contenido, el cambio de vida según Dios; es un nuevo estilo de vivir, por consiguiente, considero que la conversión no es un acto, sino un verdadero proceso que ha de durar toda la vida, por ello, así como el alfarero, poco a poco vamos tomando la forma esencial para poder trascender.

No puedo detenerme aquí a analizar todas las cuestiones que abarcan al ser humano, ni pretendo proponer proyectos o acciones exhaustivas que permitan su plena realización. Solo me detendré, según mi juicio, a mencionar lo esencial, la conversión del corazón del hombre a Dios.

En la cultura actual surgen nuevas corrientes que abren la posibilidad a un cambio de vida, incluso con una falsa visión tan difundida en nuestros días que brinda una posibilidad de hacer a un lado la fe y la ciencia para alcanzar la realización, la cual, con el tiempo, queda frustrada en el camino. El cambio del cual estoy hablando es otro, aprovecho para mencionar que “Dios no es solo la suma verdad, Él es también la suma bondad y la suprema belleza”. La sociedad tiene necesidad de hombres nuevos al igual que necesita el aire, el agua y los alimentos. A través de aquella forma tan sublime “aún es tiempo, cambiemos”, porque no puede haber sociedad nueva si no hay hombres nuevos. ¡Empecemos entonces!

Esta conversión es la cosa más difícil de obtener, sin embargo, empecemos reconociendo los actos de mal juicio que hemos realizado, ya que arrepentirnos es fundamental para lograr este propósito. En efecto, solo la honestidad y la humildad de reconocer las faltas hace reorientar nuestra vida hacia la posibilidad de una vida plena.

En un contexto en el que uno se desvía de lo que es malo y se vuelve a Dios, la respuesta del hombre exige una conversión y, a lo largo de la vida, una actitud disponible, ordenada deliberadamente a Dios. Es necesario fijar el corazón en Él, es decir, después de analizarse, cambiar de rumbo, de volver, de hacer marcha atrás, de volver uno sobre sus pasos.

Esto define lo esencial que es la conversión, pues implica un cambio de conducta, una orientación o reorientación del comportamiento humano, hoy urgido por toda la sociedad. Ahora se me viene a la mente una palabra rimbombante “La metanoia”, que es el cambio de mentalidad como una trasformación profunda de corazón y de mente a manera positiva, partiendo de un examen de toda actividad vital.

En nuestra manera de hablar el corazón evoca la vida afectiva, por tanto, hay que considerar también que en él se albergan los recuerdos, los pensamientos, los proyectos y las decisiones. Por ello, decimos que tenemos un corazón para pensar, para gobernar y si se encuentra endurecido no podrá cambiar. En efecto, se requiere abrir el corazón para entrar en esa conversión. “El corazón es la sede de la personalidad moral”, ya que de él salen las intenciones malas, si te mantienes en la inocencia serás como los niños que ignoran el mal, para que éste no te alcance.

A manera de conclusión, la conversión del corazón viene a ser el núcleo de la vida en la fe, como un momento de elección por parte del hombre, la palabra metanoia desborda, con mucho contenido, el cambio de vida según Dios; es un nuevo estilo de vivir, por consiguiente, considero que la conversión no es un acto, sino un verdadero proceso que ha de durar toda la vida, por ello, así como el alfarero, poco a poco vamos tomando la forma esencial para poder trascender.