/ domingo 17 de marzo de 2024

La paz, contribuir a su construcción

En una época marcada por la inseguridad, la violencia y el enfrentamiento, asumir el desafío de construir la paz representa un compromiso. La paz, no es una mera ausencia de guerra, sino que es el fruto de un orden puesto en la sociedad, en donde se debe realizar una justicia más perfecta, la paz está sometida a cambios continuos, por ello, no es una adquisición definitiva, exige que todos contribuyamos a su construcción.

Es verdad que la paz es la suma de los bienes otorgados a la justicia, sin embargo, esto no basta en la praxis, ya que somos testigos de que nos encontramos muy lejos de alcanzar la justicia. No puede obtenerse la paz en la tierra si no se garantiza el bien y la seguridad de las personas; existe un espíritu de rebelión que enseña el cobre y busca su propio interés.

Para construir la paz es absolutamente imprescindible la firme voluntad de respetar a los hombres, a los pueblos y su dignidad. Así brotará la paz, como fruto del amor, más allá de las alianzas, acuerdos o convenios. Claro que los tratados de paz son importantes, no obstante, quiero hablar de una paz más pura y alcanzable que es capaz de dar algo más de lo que exigen los límites de la justicia.

Esta paz a la que me refiero nace del amor eterno y para todos. En efecto, en la medida de estar unidos por la caridad se superan las dificultades, las agresiones y violencias; “de sus espadas se forjarán arados y de sus lanzas podaderas”, pongámonos a trabajar por la paz, evitando la guerra. Sé que el hombre ansía la paz desde lo más íntimo de su ser, pero muchas veces ignora la naturaleza del bien que tan ansiosamente anhela, y los caminos que sigue para alcanzarla no son siempre los idóneos.

Para mí, la paz es concordia, es un estado que se vive en armonía con la naturaleza, con uno mismo, con los demás y por supuesto con Dios; es llevar una vida tranquila familiar y con mis amigos en una confianza mutua, en prácticas sencillas como decir los “buenos día” o “adiós”, sin embargo, la paz es un estado que se ha de conquistar, es comer hasta saciarse, vivir en seguridad, dormir sin temores, es una plenitud de dicha y felicidad.

Cuando se habla de vivir en seguridad, se debe de hablar de las causas y remedios, me parece que para construir la paz es preciso desarraigar las discordias entre los hombres, las injusticias y el desprecio de las personas, las envidias, las deslealtades, las soberbia y todo tipo de egoísmo. Sé que pido mucho, pero es preciso reflexionar.

Pugnar por la cooperación, la ayuda mutua, en los hogares, en los barrios, en las colonias, para que impacte en la ciudad y en nuestro país. Esta paz la obtiene el hombre por medio de la oración, por una actividad de justicia, para la cual se coopere y se establezca en la tierra, cooperación que se vuelve ambigua a causa del egoísmo que he mencionado anteriormente, no obstante, es posible lograrlo.

La paz sigue siendo un bien deseado y esperado, vete en paz, sostén tu esfuerzo pacífico, vive en concordia, armonía y paz.

En una época marcada por la inseguridad, la violencia y el enfrentamiento, asumir el desafío de construir la paz representa un compromiso. La paz, no es una mera ausencia de guerra, sino que es el fruto de un orden puesto en la sociedad, en donde se debe realizar una justicia más perfecta, la paz está sometida a cambios continuos, por ello, no es una adquisición definitiva, exige que todos contribuyamos a su construcción.

Es verdad que la paz es la suma de los bienes otorgados a la justicia, sin embargo, esto no basta en la praxis, ya que somos testigos de que nos encontramos muy lejos de alcanzar la justicia. No puede obtenerse la paz en la tierra si no se garantiza el bien y la seguridad de las personas; existe un espíritu de rebelión que enseña el cobre y busca su propio interés.

Para construir la paz es absolutamente imprescindible la firme voluntad de respetar a los hombres, a los pueblos y su dignidad. Así brotará la paz, como fruto del amor, más allá de las alianzas, acuerdos o convenios. Claro que los tratados de paz son importantes, no obstante, quiero hablar de una paz más pura y alcanzable que es capaz de dar algo más de lo que exigen los límites de la justicia.

Esta paz a la que me refiero nace del amor eterno y para todos. En efecto, en la medida de estar unidos por la caridad se superan las dificultades, las agresiones y violencias; “de sus espadas se forjarán arados y de sus lanzas podaderas”, pongámonos a trabajar por la paz, evitando la guerra. Sé que el hombre ansía la paz desde lo más íntimo de su ser, pero muchas veces ignora la naturaleza del bien que tan ansiosamente anhela, y los caminos que sigue para alcanzarla no son siempre los idóneos.

Para mí, la paz es concordia, es un estado que se vive en armonía con la naturaleza, con uno mismo, con los demás y por supuesto con Dios; es llevar una vida tranquila familiar y con mis amigos en una confianza mutua, en prácticas sencillas como decir los “buenos día” o “adiós”, sin embargo, la paz es un estado que se ha de conquistar, es comer hasta saciarse, vivir en seguridad, dormir sin temores, es una plenitud de dicha y felicidad.

Cuando se habla de vivir en seguridad, se debe de hablar de las causas y remedios, me parece que para construir la paz es preciso desarraigar las discordias entre los hombres, las injusticias y el desprecio de las personas, las envidias, las deslealtades, las soberbia y todo tipo de egoísmo. Sé que pido mucho, pero es preciso reflexionar.

Pugnar por la cooperación, la ayuda mutua, en los hogares, en los barrios, en las colonias, para que impacte en la ciudad y en nuestro país. Esta paz la obtiene el hombre por medio de la oración, por una actividad de justicia, para la cual se coopere y se establezca en la tierra, cooperación que se vuelve ambigua a causa del egoísmo que he mencionado anteriormente, no obstante, es posible lograrlo.

La paz sigue siendo un bien deseado y esperado, vete en paz, sostén tu esfuerzo pacífico, vive en concordia, armonía y paz.